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 domingo, 20 de agosto de 2006  
Es tiempo del lenguaje de la paz

El conflicto del Medio Oriente se ha detenido. Como lamentable desenlace podríamos argumentar que quizás hay un ganador pero no un vencedor. O desde otra óptica, tal vez un perdedor, pero no un derrotado. Estoy seguro de que lo demolido se reconstruirá prontamente aunque lo nuevo no contendrá el recuerdo de lo perdido. Pero, pero..., en esas poblaciones sufridas los órganos no volverán a su cuerpo mutilado, la mente no encontrará su núcleo de equilibrio y la muerte no devolverá a sus presas tan fácilmente conquistadas de esas tierras heridas. Es el tétrico balance de una guerra inútil, inentendible, impiadosa, que solamente ha saciado a la agresión y al fanatismo de grupos minúsculos ansiosos de poder, de uno, del otro lado y de algunos continentes. Ahora es el momento del análisis, de las reflexiones. ¿Los casi 60 años de conflictos otorgaron a una u otra población una mayor seguridad, una mejor calidad de vida o más tranquilidad? ¿Evaluaron que los enfrentamientos anteriores acontecían en las ardientes arenas y que ahora involucraron, cual Guernica, a sus propias ciudades, poblados y a inocente ciudadanía? ¿Meditaron que pertenecen a dos civilizaciones que solamente han discrepado en los últimos 15 segundos de un día pleno, luminoso, cálido? Entonces, ¿no es el tiempo del lenguaje de la paz? ¿No es el momento de fundir las balas, los tanques y los cohetes para construir mancomunadamente férreos puentes de unión? Perdonando uno a otros por lo acontecido y a sabiendas que las propuestas no son traiciones, que los acuerdos no son entregas, que un tratado no significa capitulación. Las colectividades mundiales en general y las nuestras en particular deberían presionar para que así aconteciera. Caso contrario, por conveniencia, por parcialidad o por indolencia, ¿no nos convertiremos en cómplices de un próximo enfrentamiento de mayor letalidad? Por el honor de todos los que murieron y por el dolor de las madres que recibieron el cuerpo del ser que generaron en sus entrañas, debemos comprometernos. Porque el diálogo es la escencia de la confraternidad. La convivencia pacífica es la seguridad de la vida. La paz es un compromiso con la humanidad.

Semy Seineldin, DNI 5.803.044

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