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 jueves, 27 de julio de 2006  
Marcados contrastes de una ciudad bajo las bombas

Beirut. - Los contrastes no podían ser más grandes: Mientras se combate en el sur de Líbano y en los barrios ahora vacíos del sur de Beirut, donde a diario el ejército israelí bombardea edificios de varias plantas, en las montañas a las afueras de la capital libanesa se puede ver a la gente sentada en la terraza de un restaurante tomando una copa de vino.

Tampoco en el barrio cristiano de Beirut, Ashrafiye, donde los israelíes han bombardeado un camión desde el inicio de los combates, se siente nada del conflicto armado que ya ha segado la vida de más de 400 personas.

En un café estadounidense hay unos jóvenes sentados en la terraza del local y conversan animadamente por el celular, mientras juguetean con su café con leche. La mayoría de las boutiques están abiertas y en la floristería "Exotica" incluso hay flores frescas. Pero quien mire un poco más allá de la fachada verá que esta aparente normalidad no es una expresión de indiferencia. Más bien lo que intentan los libaneses, muchos de los cuales ya han vivido 15 años de guerra civil (1975-1990), es afrontar el destino con serenidad.


La vida continúa
"No voy a cerrar la tienda aun cuando sólo tenga tres clientes al día", afirma Jean Habkuk, quien riega con una manguera las plantas delante del negocio de flores. "La vida tiene que continuar y si he escuchado todo el día noticias, en casa pongo la emisora de música para desconectar", señala.

Pero cuando se bombardean los suburbios shiítas, donde Hezbolá tiene sus seguidores, entonces al vendedor de flores de 36 años le resulta difícil desconectar. Las explosiones se escuchan hasta en Asharafiya y por toda la ciudad se puede ver el polvo negro de las columnas de humo que ascienden sobre el sur de Beirut.

También Jacqueline Sajegh, que vende ropa de señora importada de Europa en una boutique en Ashrafiya, acude a diario a su trabajo pese a que pasa el día prácticamente sola en la tienda. "Yo abro a pesar de todo. Los dueños así lo han decidido y yo no tengo nada en contra, pues vivo cerca y el camino hasta el trabajo no es para mí peligroso. Al menos hasta ahora", agrega.

También la peluquería que está 50 metros más abajo en la misma calle mantiene sus puertas abiertas.

No sólo las grúas están de momento paradas en Beirut. Primero huyeron los trabajadores extranjeros, la mayoría de Egipto y Siria, cuando comenzaron los bombardeos. Además, por ahora nadie quiere invertir más dinero en la construcción de edificios que quizá dentro de un tiempo no se puedan alquilar o incluso posiblemente puedan quedar destruidos por los ataques.

En las calles se nota el éxodo de los trabajadores extranjeros. La limpieza y la recogida de basura funciona mal después de que la mayoría de trabajadores abandonase el país.

Pero los libaneses no se amedrentan. "Todos los días tengo un poco de miedo cuando voy en el colectivo desde el barrio donde vivo, Shweifiya, hasta el trabajo en Ashrafiya", explica Rami, que trabaja en una elegante tienda de ropa interior italiana. "Pero de ninguna manera quiero perder mi empleo y por ello vengo todos los días", agrega el joven mientras se toca su cabello meticulosamente peinado. Se esfuerza en esconder su preocupación y sonríe enseguida a la siguiente clienta. (DPA)
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