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miércoles,
26 de
julio de
2006 |
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Charlas en el Café del Bajo
-¿Qué título podríamos poner a la columna de hoy, Inocencio?
-"Algunos chicos, esos pobres rehenes".
-Sí, es un buen título para historias que nos conmueven, que nos hacen pensar y hasta nos ponen nostálgicos. Cuente brevemente la historia, Inocencio.
-Es una historia real. Parece que ocurrió tiempo atrás, pero de ella tomé conocimiento ayer. Por supuesto no voy a dar mayores detalles. Sucedió en Rosario y forma parte del gran paquete que existe, en todas partes, con sucesos de este tipo. El matrimonio un buen día comienza a andar mal, cada vez peor. El amor se termina, la vida en pareja es insoportable y como era de aguardarse sobreviene la separación y el divorcio. El matrimonio tiene un hijo que comienza, entonces, a ser víctima de las reyertas de los padres. Más que reyertas de los padres diría que, en este caso específico, es víctima y herramienta de la madre. La mujer se vale del hijo para tomar venganza sobre su ex esposo.
-Son muchos los casos en que uno de los padres toma al hijo como medio para su venganza. Lo hacen de diversas formas y lamento decir que hasta donde yo conozco, Inocencio, y después de andar por muchos años en Tribunales, son con frecuencia las madres las que incurren en este desatino. Prohibición de ver al hijo; elaboración injusta, a veces insensata, de la imagen del padre mediante el relato de historias inexistentes o verdades relativas. Palabras tales como: "¡No sabés quién es tu padre"!; ¡"Tu padre es una porquería!", etcétera, son verdaderas formas de inculcar el resentimiento u odio en el hijo hacia la figura paterna, pero son algo mucho más dramático: verdaderos puñales que se incrustan en el corazón y la psiquis del pequeño.
-Sí, pero esta historia pasa este nivel. Escuche: el chico empezó a decir que el papá lo sometía a abusos sexuales, contaba esta historia una y otra vez. Y así se lo contó a funcionarios de la Justicia y a psicólogos que en determinado momento comenzaron a entender en el caso. Imagínese usted cuanta indignación por parte de todos aquellos que escuchaban el relato del pequeño. Sin embargo...
-¿Siempre hay alguien que aguza más el "oído" verdad?
-Claro, alguien advirtió un patrón de palabras y conductas en el chico y empezó a sospechar. La cuestión no encajaba del todo. Se la hago corta: en determinado momento, y en virtud de las fuertes sospechas de que el chico estaba mintiendo y las consecuentes entrevistas, el pequeño se quebró y dijo la verdad: la mamá le había creado la historia, obligando a la criatura a que la contara con el afán de comprometer a su padre. ¿Puede creerse una cosa semejante?
-Es difícil de creer, lo admito, si no fuera porque es el comentario que a nosotros nos hace uno de los psicólogos intervinientes al hablar de tantos problemas que afronta hoy la humanidad. La verdad es que andando los pasillos de Tribunales, especialmente el de los jueces de Menores o de los Tribunales de Familia, no es inusual encontrar casos de mujeres y aun de hombres que denuncian a sus parejas falsamente y en ocasiones apelando al uso de los hijos. Hijos que se toman como rehenes para dirimir cuestiones de los padres.
-Es decir, la venganza a través del hijo.
-Sí. Yo creo que esto es una patología, una enfermedad con la que la persona cargó siempre y que se hace más aguda cuando se siente abandonada. Digo se siente abandonada, porque hay casos en que no se trata de un abandono, sino de un pedido razonable de separación por parte de una de las partes que la otra no concibe, no tolera y que no imagina sino como una gran traición. Entonces, y a pesar de los esfuerzos por retener a quien se quiere ir no lo logra y sobreviene la venganza. Venganza harto maléfica y despiadada, como que utiliza a un hijo para perpetrarla. No creo que este tipo de personas sepan algo sobre el amor, porque aun cuando se tuviera toda la razón, aun cuando en efecto tal persona hubiera sufrido una espeluznante traición, no es posible comprender ni justificar la destrucción de un hijo, porque de eso se trata.
Candi II
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"Hace falta una presidencia fuerte, sí, pero eso no se debe confundir con un pensamiento único, donde cualquier opinión distinta supone un acto de oposición negativa".
Roberto Lavagna
Ex ministro de Economía
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