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 sábado, 15 de julio de 2006  
EDITORIAL
Dramático auge del "paco"

Las cifras no mienten y en este caso resultan en extremo claras: el consumo de la letal sustancia derivada de la cocaína, que produce lesiones cerebrales en el breve lapso de seis meses, ha trepado al doble. La pasividad social no puede ser la única respuesta que encuentre tan preocupante fenómeno: es hora de actuar.

Es sinónimo de desesperanza, de caída, de marginalidad en el más profundo y abarcador de los sentidos: el "paco" es una droga nueva, cuyo consumo ha crecido de manera vertiginosa, sobre todo en las capas más bajas de la sociedad. Y este dramático incremento demanda rápida y ejecutiva respuesta. Sin embargo, dicha perentoriedad parece ser ajena al accionar de aquellos en quienes la ciudadanía ha depositado la trascendente responsabilidad de gobernar o legislar.

Se denomina "paco" al desecho final de todos los procesos de transformación de la pasta base de cocaína en clorhidrato de cocaína. Se trata de una sustancia a la cual tanto los expertos en toxicología como los ex adictos describen como tremendamente peligrosa. Desde la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) son categóricos a la hora de narrar los letales efectos de su consumo: "A los tres meses las personas que consumen «paco» pierden entre quince y veinte kilos, y a los seis meses desarrollan lesiones en el cerebro", aseguran en el organismo nacional. Mientras, aquellos que cayeron bajo su influencia la describen como poderosa, muy superior a la de otras drogas como la marihuana, los ácidos y también a la de su pariente cercano, la cocaína.

El drama del "paco" se acentúa a partir de su bajo precio, que permite adquirirlo sin dificultades aun a aquellos que menos tienen. Y los datos resultan contundentes: su expendio ha crecido en un porcentaje cercano al doscientos por ciento. ¿Cómo enfrentar el desafío que constituye? Sin dudas, con resolución y firmeza: no parece que posiciones tolerantes se puedan transformar en antídoto eficaz para combatir una sustancia brutalmente destructora y con efectos sociales impredecibles, vinculados al crecimiento del delito violento.

De lo que nadie puede dudar es de que la escalada del "paco" se liga íntimamente con la de la cocaína, cuyo consumo en el país crece sin cesar año tras año. El "paco", otrora simplemente arrojado a la basura por los productores de cocaína, hoy día ha dado pie a un comercio tan siniestro como redituable.

¿Pueden las fuerzas de seguridad luchar con éxito contra enemigo tan poderoso? Difícilmente si tan dura pelea se libra en soledad. La droga se presenta como un drama de profundas raíces sociales, hincadas en la crisis económica, la pérdida de oportunidades, la degradación educativa y la desintegración del núcleo familiar. Pero por otra parte, si bien la tarea comunitaria de base debe ser vista como una herramienta de aplicación imprescindible e impostergable para enfrentar el creciente flagelo, tampoco resulta aconsejable permanecer de brazos cruzados a la hora de enfrentar a los productores y traficantes de sustancia tan letal.

Legisladores y mandatarios de todo el país debieran tomar nota. Lo que se halla en juego es nada menos que la vida de muchos jóvenes.
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