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 sábado, 15 de julio de 2006  
Yo creo: ¿A dónde vamos con los chicos?

Marcelo Menichetti / Escenario

El polaco Henryk Sienkiewicz narró en su novela "Quo Vadis?", publicada a fines del siglo XIX, la relación entre un general romano y una mujer cristiana en la época en la que Nerón perseguía a los cristianos. "¿Adonde vas?" es el significado de la pregunta que se hacía el autor en un latín muy apropiado para los tiempos en que se desarrolló aquel drama de amor imposible, en medio de la opresión. Y eso mismo, aunque con personajes un poco más distendidos, es verdad, es lo que quieren saber los padres hoy: ¿a dónde ir con los chicos durante las vacaciones? No es que los niños nos sorprendan con presencias que cotidianamente desvanece por algunas horas la escuela, sino que hay que compartir con ellos esta imposición del calendario educativo y allí enfrente está la vidriera de espectáculos que muestra su extenso abanico de posibilidades. Los hay gratuitos y caros; pretenciosos, buenos, regulares y malos; en escenarios del centro y en los barrios, y en teatros y al aire libre. Sólo hay que averiguar, consultar, seleccionar y elegir uno. Después darle la mano al nene y salir.

Más allá de discutir si no habría que mirar para abajo más seguido y atender a los pibes todos los días, hay otros límites para señalar, porque se trata de niños y de adultos responsables del futuro de esos niños. Entonces, a la hora de decidir, sería bueno analizar detenidamente qué le vamos a ofrecer a nuestros chicos, ante quiénes los vamos a sentar por un par de horas para que se entretengan. Se descuenta que todas las ofertas artísticas emanan de gente responsable, que no intentará venderles gato por liebre a los más chicos. ¿Quién sería capaz de algo así? Sin embargo... Volviendo al escriba polaco hay que decir que el hombre no inventó un título para su novela. Solamente tomó una frase que la Biblia pone en boca del apóstol Pedro cuando, huyendo de Roma, se cruza con Jesús y le pregunta: "¿Quo vadis?" (¿a dónde vas?), a lo que Jesús responde que va a ser crucificado en Roma por segunda vez, porque sus propios discípulos lo abandonan. Salvando las distancias entre lo dramático de un suceso y lo problemático de una situación, deberíamos tomar nota de cómo terminó la historia: Pedro volvió a Roma, arrepentido por haber escapado, y afrontó el martirio.
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