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 domingo, 09 de julio de 2006  
[primera persona]
Juan Caludio Lechín: el arte de la seducción
El escritor boliviano se inspira en la figura de su padre, el legendario sindicalista Juan Lechín Oquendo, para componer la trama de su novela "La gula del picaflor"

Gabriela Mayer

El escritor boliviano Juan Claudio Lechín, hijo del legendario sindicalista Juan Lechín Oquendo, concibió la excéntrica idea de organizar un congreso de seductores. Y la fantasía, en lugar de volverse realidad, se hizo ficción en "La gula del picaflor", Premio Nacional de Novela de Bolivia y finalista del Rómulo Gallegos.

"Yo quería hacer el congreso en verdad. Decían que mi papá había sido un gran seductor de joven y ya estaba muy viejito. Yo quería invitar a amigos, que son espléndidos narrando historias de seducción, a un congreso donde mi papá fuera el presidente", recordó Lechín, de paso por Buenos Aires para el lanzamiento de su novela, recientemente publicada en Argentina por editorial Alfaguara.

El libro enhebra las narraciones de siete seductores que se dan cita en este congreso secreto en La Paz y que hacen gala de las más diferentes técnicas en el arte de la conquista. Sus historias, protagonizadas por hombres y mujeres de diferentes edades y clases sociales, combinan intriga, cinismo, picardía y erotismo.

El personaje de Don Juan, inspirado en su padre, no sólo preside las sesiones, sino que es el encargado de conectar las historias de seducción mientras pelea, con todas sus limitaciones, por una conquista. A sabiendas de que su hijo lo convertiría en un personaje de ficción, se reía y le decía: "Si te contara la mitad tendrías para veinte novelas, no para una". Juan Lechín Oquendo murió en 2001, mientras el libro iba tomando forma.

En una entrevista con la agencia DPA, Lechín explicó por qué eligió retratar a su padre anciano en la ficción: "Si era una historia más (de seducción) podía ser inferior o superior a las demás historias, pero no cumplía la función de hilvanante". En cambio, "él, sin cuerpo y sin memoria, sigue siendo un hombre apasionado, que es lo que me parece que de verdad lo define".

De todas maneras, relató Lechín, ya había "exorcizado" a su padre al escribir su biografía sobre registros magnetofónicos, una tarea que describió como muy extenuante. "El haber escrito su biografía épica me permite describirlo sin culpa en el momento más duro de su vida, que fue su vejez", expresó el también dramaturgo y ensayista.

Lechín señaló que la novela recibió críticas por la ausencia de la voz de la mujer. "Pero no podemos dejar de inferir que ahí está este universo femenino", afirmó el escritor, nacido en Cochabamba en 1956, y que publicó anteriormente la novela "El festejo del deseo" (1993) y la obra teatral "Fernando, el caótico" (1998).

"Un poco corresponde al universo femenino histórico, donde la mujer habla en la trastienda, en el susurro. Paulatinamente en la modernidad ya no, ya no sucede eso, pero históricamente la voz de la mujer es una voz escondida. Y por eso al final pongo un personaje femenino que habla de frente", añadió el novelista.

Lechín contó que le conmovió inmensamente recibir el Premio Nacional de Novela 2003 en su país y ser finalista de la última edición del Rómulo Gallegos. "Fue como una ratificación de que había tomado una buena decisión" al retornar a la literatura, ya que pese a escribir desde los 16 años, se había desligado por un tiempo de las letras. "Estudié economía porque íbamos a hacer la revolución, fui político porque la revolución estaba a la puerta. Tuve que ser empresario para mantener una familia", dijo.

El riesgo de escribir una novela de siete seductores era que todos se parecieran entre sí. "Gracias a la dramaturgia que aprendí en el teatro y en el cine había que encontrar elementos que diferenciaran a cada uno, antes de las voces. Cada uno en la base de la construcción de cada historia tiene un arquetipo distinto".

A la vez, manifestó que "las voces son distintas porque, como en un buen congreso boliviano, tiene que haber representación por departamento, por provincia. Tengo una facilidad para trocar de acento", apuntó el escritor que vivió en Lima, Caracas y Boston. Entre otros países, Lechín viajará más adelante a España, donde "La gula del picaflor" se publicará próximamente.

Lechín consideró que la figura del seductor solamente se da en presencia de la prohibición: "Si no hay prohibición, hay seducción pero no hay seductor. El seductor solamente aparece cuando hay una prohibición religiosa con la pareja, una prohibición de edades, de clases sociales, de razas".

En tanto, "en toda la novela siempre existe un elemento de prohibición de edades, de razas, de prejuicios, que hacen que el seductor actúe con ese poder, con ese grado de cinismo, porque no solamente tiene que seducir a la mujer, sino que tiene que convencerla de que esas prohibiciones deben caer, de que se rinda".

El escritor admitió que el seductor no siempre tiene éxito. "Yo diría que la tasa para los tamaños esfuerzos que pone el seductor en conquistar a las mujeres, el rendimiento, es más bien bajo". Y apuntó con picardía: "Lo que pasa es que en un congreso de seductores uno no va a contar la historia de sus múltiples fracasos, sino que va a contar la historia de sus éxitos".
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Clave. "Un seductor va a contar la historia de sus éxitos", dice Lechín.

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