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 domingo, 09 de julio de 2006  
[Nota de tapa] - La zona emergente
Las historias que escriben las mujeres
"Una terraza propia" presenta una antología de relatos de nuevas narradoras. Florencia Abbate, a cargo de la compilación, explica los criterios de un libro que quiere desmarcarse de estereotipos

Osvaldo Aguirre / La Capital

"No se puede llegar a todas las mujeres jóvenes que escriben narrativa en la Argentina de hoy; ni tampoco establecer a ciencia cierta la importancia de autoras cuyos textos aún no pasaron «la prueba del tiempo». Aun así, me entusiasmaba la idea de encontrar y mostrar hasta donde pudiera la diversidad de lo que se está produciendo". De esta manera la escritora y periodista Florencia Abbate resume el estado de situación con el que se encontró al editar "Una terraza propia", compilación de relatos de veintitrés escritoras jóvenes argentinas.

El libro, publicado por Norma, recuerda desde su título una célebre frase con la que Virginia Woolf describió las dificultades que enfrentaban las mujeres de su tiempo para escribir. Una referencia que todavía parece marcar un punto de observación sobre las escritoras, o de los propósitos de la antología, que precisamente se propone relevar a autoras "poco visibles" en la circulación editorial. Autora de la novela "El grito", de ensayos y de varios libros de poesía, Abbate respondió sobre los criterios y los interrogantes que se le plantearon en la preparación de la antología, para la cual realizó una investigación, con lecturas y encuestas a otros autores, y que terminó con una cena donde se reunió con las autoras elegidas.

-En el prólogo de "Una terraza propia" descartás la idea de una literatura femenina. ¿Por qué, entonces, hacer una antología de mujeres?

-Tal vez justamente para llegar a la conclusión de que un conjunto de textos escritos por mujeres difícilmente permita desprender características comunes que prueben la existencia de una literatura "femenina". Creo que los 23 textos que presento conforman una unidad heterogénea, tanto en cuanto a las temáticas que aparecen como en cuanto a la apuesta estética de cada autora y a sus modos de trabajar los aspectos formales del relato. Leí el conjunto preguntándome si había similitudes que permitieran definir una escritura propia de las mujeres y no me pareció que eso fuera posible. El resultado es una orquesta de voces tan diversa como podría haber sido una antología mixta. Entonces, desde el punto de vista literario, descarto la etiqueta "literatura femenina" y defiendo la idea de que a los textos escritos por mujeres se los considere parte de la literatura a secas. Una antología siempre es un recorte, y en este caso el recorte tiene que ver con el sexo y con la edad, pero básicamente por razones extra-literarias, ligadas al problema de la difusión. Hay muchas mujeres que escriben y a una gran parte no le resulta sencillo publicar. En la Argentina la gente que escribe es tanta que supera ampliamente las posibilidades y los intereses editoriales en publicar obras de autores nacionales que están empezando. A menudo las autoras deben editar sus libros en pequeñas editoriales, pagando la edición, y suele suceder que estos libros no cuentan con una buena distribución en librerías ni prensa en los medios, lo cual restringe las posibilidades de que la obra se conozca. Por motivos personales, ya que también soy narradora y tengo 29 años, me interesaba rastrear esos materiales y tratar de contribuir a su visibilidad.

-En los últimos años se han publicado varias antologías de narradores jóvenes. ¿Las tuviste en cuenta?

-La única que había leído es la que sacó hace unos años Sergio Olguín ("La selección argentina"), pero su recorte no coincide con el mío porque toma hombres y mujeres nacidos en la década del sesenta, y la mayoría de los autores que aparecen son nombres que ya están instalados, como Federico Andahazi, Marcelo Birmajer, Pablo De Santis, Rodrigo Fresán, Carlos Gamerro, Claudio Zeiger o Gustavo Nielsen. Además, en un total de 22 autores incluye solamente 5 mujeres. Tiempo después, cuando estaba buscando editorial para mi antología, salió la de Maximiliano Tomas, "La joven guardia", que sí coincide con "Una terraza propia" en su recorte generacional y en la que incluso hay un cuento mío. Con la de Tomas tal vez la afinidad pasaría por un intento de dar a conocer textos de autores que no participaron de los debates de la década del ochenta ni piensan sus obras en función de aquellos parámetros. También salió recientemente una antología de escritoras latinoamericanas, bajo el auspicio comercial de una marca de shampoo, con textos de algunas autoras que admiro, como Angélica Gorodischer, y de otras que no admiro en absoluto; pero su propuesta ("historias de mujeres en busca de la felicidad", alentando a las lectoras a "ser ellas mismas") me parece un tanto reduccionista. Por otra parte, creo que no hay ninguna afinidad en cuanto al objetivo, que en mi caso era iluminar zonas poco visibles, y en ese caso convoca a autoras tan visibles como Marcela Serrano y Angeles Mastretta.

-Parece que hay un péndulo entre visibilidad e invisibilidad: ya no se trata de la situación que describía Woolf pero a la vez esta antología es necesaria para mostrar producciones desconocidas.

-Es cierto que hoy las escritoras son más visibles y tienen más espacio que hace 50 años. Pero al mismo tiempo me parece que en América Latina ese espacio está ocupado predominantemente por autoras que responden a un cierto cliché de la "escritora latinoamericana", que vendría a ser algo así como una señora que vende mucho y escribe para otras señoras que esperan que los libros "les hablen" de lo que supuestamente nos pasa a las mujeres, haciendo hincapié en la representación de la vida cotidiana de la mujer burguesa, con cierta cursilería sentimentaloide y, si es posible, con algún condimento de neo-realismo mágico. Me parece que esos textos, que toman poco riesgo desde el punto de vista de la escritura y que ya casi constituyen una receta de mercado, no son representativos de todas las mujeres que escribimos. Me gustaría creer que somos muchas las que nos tomamos en serio la literatura, que somos más las que pensamos que un buen texto empieza ahí donde termina el reino del cliché.

-Decías que no pudiste definir una escritura característica de las mujeres. ¿Qué afinidades encontraste, en cambio, para reunir a las autoras en cinco grupos?

-Decidí agruparlas porque me parecía aburrido o al menos un poco desganado de mi parte recurrir al clásico ordenamiento alfabético. Dada la gran cantidad de autoras, creí que sería más dinámico y grato a la lectura jugarme a proponer un recorrido por zonas o climas que presentar un bloque único de 23 relatos. Pero hay que decir que mi modo de agruparlas más bien tiende a poner de manifiesto el carácter arbitrario de las clasificaciones, un poco a la manera de "El idioma analítico de John Wilkins" de Borges. El criterio predominante es temático, pero no es el único. Lo que rige este agrupamiento es un espíritu lúdico, les propongo a los lectores un recorrido que mí me pareció divertido.

-Más allá de los gustos personales, ¿cómo es posible hacer una selección cuando resulta difícil distanciarse del presente?

-En el prólogo aclaro que soy conciente de que una antología siempre es arbitraria y más aún cuando se trata de autores que, por su edad, están recién comenzando sus obras. No es posible juzgar con certeza el valor que lo actual tendrá en el porvenir. Además, siendo yo también una persona joven que escribe, sé que no tengo distancia para determinar qué obras contemporáneas serán realmente importantes. De todos modos, mi intención no era armar una "selección nacional" y decir: "estas son las jugadoras que valen"; no se trataba de eso, en absoluto, sino seguramente hubiera restringido la cantidad de autoras (23 es un número excesivo si uno apunta a decir: "aquí está lo fundamental"). Lo que intenté fue mostrar, mediante una selección que es una entre otras posibles, un panorama amplio, abundante y sumamente variado de lo que se está produciendo. Por eso en el prólogo cito un pasaje donde T. S. Eliot dice que no se puede saber dónde está la grandeza en lo contemporáneo, y que un autor del presente no debiera plantearse llegar a ese juicio, sino más bien la modesta tarea de buscar entre sus pares la autenticidad, es decir, destacar aquellas voces en las que se adivina una vocación por la escritura prometedora y genuina.

-¿En qué consiste lo nuevo de estas "nuevas narradoras argentinas"?

-Creo que no me corresponde a mí definir qué es "lo nuevo". En todo caso, tal vez serían los críticos quienes pueden proponerse ese trabajo. Cada autora está desarrollando su obra, comenzando ese complejo camino que lleva a cada escritor a encontrar su propia voz, y entiendo que no le haría justicia a esas búsquedas tan personales e íntimas hablando de "lo nuevo" como si fuera una generalidad. El adjetivo "nuevo" en el subtítulo del libro no se refiere a una propiedad de los textos sino simplemente a las autoras, que debido a su edad aún no son conocidas o son conocidas desde hace pocos años.

-¿Cómo se gestó y qué pasó en la cena en que te reuniste con las autoras?

-Organicé esa cena porque quería conocer a las autoras que había incluido. Para armar la antología hice una investigación bastante intensa (fui a las librerías a comprar libros, en general de editoriales chicas, leí cuentos que aparecían en páginas de literatura de internet y en revistas literarias "under", llamé a coordinadores de talleres literarios y a escritores y profesores de literatura en distintas provincias del país para que me recomendaran jóvenes escritoras), y a partir de ese trabajo comencé a ponerme en contacto con ellas, en general vía mail, y les pedí que me enviaran cuentos. Luego de haber hecho la selección, me pareció que sería interesante para todas conocernos y poder tener un diálogo cara a cara. No pudieron venir todas a la cena, pero creo que las que estuvimos disfrutamos el encuentro. Tiempo después, me alegré de que vinieran especialmente a Buenos Aires, para estar la presentación del libro y conocer a las demás, una autora que vive en Bariloche y otra que vive en Rosario. Pienso que el intercambio entre pares es muy estimulante. Hay una serie de afinidades que no necesariamente tienen que ver con los gustos literarios, sino más bien con la edad y las experiencias que se atraviesan al escribir. Es lindo compartir esas cosas. Además, descubrir y leer la obra de un par, por más diferente que sea lo que uno intenta hacer en su obra, y tal vez más aún cuando lo es, puede despertar inquietudes y preguntas que son productivas para la propia escritura: también las diferencias de criterio son estimulantes. En lo personal, pienso que escribir es un ejercicio tremendamente solitario y a veces en la práctica eso me agobia un poco; en este sentido, la comunicación con los pares es como una bocanada de aire fresco, sirve como sirven los libros de ficción y tantas otras cosas inútiles de la vida, para transportarnos a otro punto, para hacernos felices.
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Florencia Abbate, compiladora del libro publicado por Norma.

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