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 domingo, 09 de julio de 2006  
Niños asertivos: cómo ayudarlos a crecer

Las características de la sociedad actual hace que las relaciones interpersonales fluctúen entre rivalidades y tensiones que obliga a poner en juego, cada vez más, las técnicas de la asertividad, descrita inicialmente en 1949 por Andrew Salter como un rasgo de personalidad. Fue definida por Wolpe, 1958, y Lazarus, 1966, como "la expresión de los derechos y sentimientos personales". Olga Castanyer, en su libro "La asertividad: expresión de una sana autoestima" la define como la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin manipular a los demás. La persona asertiva conoce sus derechos y los defiende, respeta a los otros, no genera conflictos sino que busca de forma positiva los acuerdos.

Se tiene una conducta asertiva cuando se pueden expresar los gustos e intereses de forma espontánea, hablar de uno mismo sin sentirse cohibido, aceptar los cumplidos sin estar incómodo, discrepar con la gente abiertamente, pedir aclaraciones de las cosas y cuando hace falta decir "no". En definitiva, cuando hay una mayor relajación en las relaciones con los demás. La asertividad no es innata, se aprende con la práctica. El ambiente influye en la autoestima de manera que un niño que es querido y respaldado, y lo siente así, desarrollará una sana autoestima y seguridad en sí mismo. Por otro lado, hay personas que rodean al niño, padres y profesores, que resultan importantísimos ya que son los que refuerzan las conductas positivas y son los modelos a imitar por los más pequeños.

Se debe tratar de aumentar el número y la diversidad de situaciones en las que se pueda desarrollar una conducta asertiva. Enseñar a saber decir no, a manifestar su postura, a expresar el pensamiento justificando su opinión, a pedir explicaciones cuando algo no queda claro, a expresar gratitud, afecto, admiración, insatisfacción, dolor y desconcierto lo ayudarán a crecer en un ambiente sano. Como padres, podemos ayudarlos de muchas maneras:

u Intentando no proyectar los propios temores y experiencias negativas en los hijos. Protegerlos de burlas porque haberlas sufrido sólo los hace desconfiados. El papel del adulto en este caso es transmitir al niño su opinión si éste la pide, y limitarse a contar las propias experiencias evitando planteamientos categóricos.

u Reforzando las capacidades, elogiando lo logrado. Aunque cuando una conducta ya está instaurada no precisa ser alabada; por lo tanto fijarse en otra actitud más difícil por conseguir.

u No confundiendo un error puntual con una característica de la personalidad. Un niño que de forma reiterada recibe el mensaje que es malo, termina asumiendo ese rol, creyendo que realmente es malo porque además lo recibe de alguien en quien confía que puede ser su madre, padre o maestro.

Las expectativas con los niños deben ser razonables y adecuadas a su nivel y edad. El problema se presenta cuando se les exigen cosas para las que todavía no se encuentran preparados como determinadas responsabilidades para realizar algo. Tanto en la escuela como en la casa se puede intervenir para ayudarlos, salvando las diferencias del medio y de los factores que pueden influir.

La asertividad se puede enseñar de forma indirecta, sin que el niño se dé cuenta, o directamente con técnicas concretas. Esto último puede lograrse escuchando algún "problema" que presenta, y una forma sencilla es dedicarle tiempo. Es a través de las conversaciones diarias, del comentario de noticias, entre otras actividades, como se podrá introducir este tema, y así el niño irá tomando conciencia de los derechos que tiene que respetar, pero también han de respetarlo a él.

Formar niños asertivos es educarlos capaces de elegir lo que les gusta, lo que les conviene y, como si esto fuera poco, lo que los hace feliz. Sólo hay que acompañarlos en una difícil tarea: ayudarlos a crecer.

Carina Cabo de Donnet

Pedagoga

www.carinacabo.com.ar
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