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domingo,
09 de
julio de
2006 |
Para beber: cambio de gustos
Gabriela Gasparini
Es difícil decir cuándo y hasta dónde hay que dejar las tradiciones de lado para dar un paso que implique un giro hacia la modernidad. No es fácil llevar a cabo un cambio en el que muchos deben ponerse de acuerdo, aunque tenga la misión de no dejar caer del mercado a los muchos actores del mundo vitivinícola del viejo continente.
Imbuidos de la ola vinícola en la que estamos sumergidos los argentinos, disfrutando de los logros de nuestros caldos, no sólo en casa sino también en el exterior, apenas prestamos atención a los problemas que vive Europa en relación a esta industria en la fue pionera y referente indiscutida, pero que desde hace años sufre un deterioro que diversos impulsos no pudieron solucionar, y que ahora se intenta revertir con fórmulas que no todos los países apoyan de igual manera.
"La insaciable sed de vinos del Nuevo Mundo que sienten los británicos ha obligado a Bruselas a ordenar que 800 millones de botellas de vinos franceses e italianos se conviertan en combustible y desinfectante. La Comisión Europea gastará 2.400 millones de euros en arrancar viñedos por todo el continente. Estas drásticas medidas, que pretenden drenar el lago desbordante del vino europeo, se producen mientras los bodegueros de todo el continente se enfrentan a una invasión aparentemente imparable de vinos más baratos y homogéneos de Australia, Chile, EE.UU. y la República Sudafricana. En opinión de los críticos vinícolas, es el resultado inevitable de la falta de adaptación a la demanda por parte de los productores franceses" escribía Anthony Browne.
El procedimiento de convertir vino, entre otras cosas, en bioetanol para usar en autos y fábricas, es conocido en Europa como "destilaciones de crisis", transformaciones en las que gastan anualmente varios cientos de millones de euros del dinero de los contribuyentes, cosa que preocupa a los funcionarios porque piensan que esa no es la forma adecuada de usar los fondos públicos. El problema, según declaró Mariann Fischer Boel, comisaria de Agricultura de la Unión Europea, es que se produce un exceso de vino para el que no hay mercado. Y según afirmó, hay que poner en práctica una reforma radical que significa arrancar 400.000 hectáreas de viñedos y cambiar el sistema de subvenciones a la industria para disponerse a encarar el desafió comercial del Nuevo Mundo.
En parte, la crisis fue desencadenada por el cambio en los gustos de los consumidores de Gran Bretaña, el único mercado europeo que sigue creciendo, y el mayor importador de vinos del planeta, que va dejando atrás las preferencias por los caldos franceses en pos de los más modernos australianos, chilenos y estadounidenses. Y si bien la señora Fischel Boel hace hincapié en su absoluto convencimiento de que los vinos europeos son los mejores del mundo, y en que todavía esa industria tiene mucho potencial por desarrollar, ve que la necesidad de transformación se extiende más allá de la gestión del mercado y plantea un tema largamente debatido: las estrictas legislaciones que rigen a la producción y al etiquetado: "Nuestros productores se ven hipotecados por unas reglas rígidas en los procedimientos de elaboración del vino, que lastran su capacidad de competir con los dinámicos productores del Nuevo Mundo. Igualmente, nuestro sistema de etiquetado del vino es excesivamente complicado, confunde a los consumidores y da a nuestros productores muy poca flexibilidad para etiquetar sus vinos como les parezca. Por ejemplo, un vino de mesa que no tenga una denominación de origen reconocida no puede etiquetarse informando de su variedad de uva ni de su cosecha. Necesitamos un sistema de etiquetado más sencillo y más claro, plantearnos adoptar los procedimientos de elaboración reconocidos por la Organización Internacional de la Vid y el Vino y permitir a quienes lo deseen producir vinos estilo Nuevo Mundo. Debemos hacer un mayor esfuerzo por comercializar nuestros vinos en un mercado que cada vez es más competitivo. En la actualidad, la UE sólo invierte en promoción y marketing 14 millones de euros al año. Ante todo tenemos que ser audaces y creativos". Menudo desafío el que tienen por delante.
Fuente: The Times - El Mundo
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