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 sábado, 08 de julio de 2006  
Desalojo violento. Golpearon a un refugiado liberiano
“La policía me pegó porque soy negro y en Argentina hay racismo”
El vendedor ambulante agredido dijo que además le arrojaron un gas en los ojos

“No quiero vivir en Argentina porque hay racismo”. Esa fue la sentencia que anoche lanzó Isaac Cuesi, horas después de haber sido golpeado por la policía cuando se resistió a un operativo de la Guardia Urbana Municipal (GUM). Una acción que desnudó la historia del joven, quien llegó a Rosario como polizón en un barco y que ahora permanece en carácter de refugiado.

  “Fue muy feo”, repitió mientras hablaba con La Capital repartiéndose entre el inglés y un castellano difícil de comprender. Es que aprendió el idioma a la fuerza, tras ocho meses de permanencia en el país.

  Según, el muchacho, de 20 años, fue poco lo que pudo hacer durante la mañana de ayer ante el asedio de los uniformados que le pegaron en la esquina de San Martín y Rioja y, después, lo condujeron a la comisaría 2ª en una camioneta.

  “Me tiraron un spray en los ojos”, relató a la hora de explicar cómo fue recibido en esa dependencia. Y no dejó de demostrar con gestos el ardor que aún sentía durante el diálogo con este diario.

  No obstante, el abogado del joven africano, Sebastián Rupil, destacó el “excelente trato” que el muchacho tuvo en la seccional, donde permaneció unas cuatro horas dentro de una celda exclusiva.

  Finalmente, fue liberado pero no cesó de destacar la indignación que el procedimiento policial le causó: A media mañana estaba, como casi siempre, exhibiendo la bijouterie que vende junto a Steve Amaku, oriundo de Ghana y de 28 años. Ambos se encontraban en la esquina de San Martín y Rioja cuando llegó la GUM e intentó decomisar los productos.

  Fue entonces cuando Amaku, el dueño del emprendimiento, empacó rápidamente sus elementos para evitar que se los llevaran. Ahí, llegó la policía y lo arrinconó mientras Cuesi quiso resistirse a los efectivos que lo acosaban.

  Y lo pagó caro, según su relato y el de los peatones y vecinos del lugar, quienes se convirtieron en testigos privilegiados del hecho. Tanto que una transeúnte obtuvo fotos desde su celular y las envió a este medio.

  El muchacho fue rodeado por cinco policías que le dieron puñetazos y patadas, además de sostenerlo aprisionado y arrojarlo al piso.

  Amaku, que ya lleva siete años radicado en el país, decidió darle trabajo al joven refugiado por lo que los dos comercializan los anillos y cadenas, y se reparten la recaudación. De todos modos, no tienen ninguna habilitación para desempeñarse de esa manera. Sólo cuentan con una “constancia de registro de postulante” tramitada en 2004.

  “Fui muchas veces a pedir el permiso pero nunca me lo dieron porque soy negro”, supuso Amaku. El propietario del puesto dijo que igualmente seguirá con la misma actividad, porque vive de eso. “Me conocen en la zona y me ayudan; si me voy a otro lado me pueden robar”, especificó.

  Los africanos trabajan cerca de seis horas diarias. Amaku vive en un departamento y Cuesi en una pensión. El liberiano cobra 350 pesos por mes por ser refugiado. “Viajé 20 días en la quilla de un barco pasando hambre y frío. Pero quería venir a la Argentina porque allá (en Liberia) dicen que se está bien y porque escuchaba a (Diego) Maradona, a (Gabriel) Batistuta y a (Javier) Saviola hablar del país. Pero acá hay racismo y me quiero ir”, remató. Le gustaría regresar a su tierra pero las guerras se lo impiden. Parte de su familia murió, aunque su hermana y su mamá siempre lo esperan.
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