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 domingo, 04 de junio de 2006  
Bélgica: la impronta medieval de Gante

A sólo cincuenta kilómetros de Bruselas se alza Gante, una ciudad que ofrece su estandarte flamenco con sereno orgullo. Lo primero que escucha la gente cuando llega a este lugar es que en 1590, un siglo después de su época más floreciente, nació para la historia Carlos I de España y V de Alemania. Hoy, cuando ya quedaron atrás los tiempos de dominios extranjeros, de fortificaciones y murallas, de esplendor y ocaso, las flores y las banderas son las imágenes que concentran la atención del visitante.

Fundada por los romanos, la historia de Gante registra intrusiones y defensas heróicas, revueltas y sometimientos. Los siglos vieron suceder a vikingos, españoles y franceses, alternando períodos de sangre con otros de bonanza económica, donde la industria hecha paño se exportaba a todos los rincones del mundo.

Los ganteses miran con respeto ese rico pasado, aun aquel que se escribió con dolor, pero no lo consideran un hito insuperable. Quizás por eso convivan, en los sitios públicos, referencias a penas capitales y ajusticiamientos del siglo XV con restaurantes y luces de neón.

Cada año, en el mes de agosto, miles y miles de begonias dan color a las plazas, coloreando imágenes que dan vuelta al mundo. Muy cerca del centro de las fragancias y los colores, está la catedral de San Bavón, donde fue bautizado el emperador.

En su interior se encuentran las 284 figuras que componen "La adoración del cordero místico", obra que los hermanos Huber y Jan Van Eyck legaron en 1423.

El templo, con una fachada que no impresiona y una torre que contrasta, fue construido en los albores del segundo milenio en honor a San Bavón, apelativo cariñoso de Albino, que murió como un asceta a finales del siglo VII. Un púlpito tallado en mármol y madera lo adorna, creando un clima de especial mística.

Las plazas de toda Bélgica tienen en su centro la estatua de escritores, eruditos o industriales que aportaron a la sociedad. Una de ellas entrona al precursor de los telares. Desde cualquier punto se divisan torres o cúpulas, que realzan actividades temporales o elevan las que aspiran trascendencia, como las del Ayuntamiento, la iglesia de San Nicolás, o la abadía de San Pedro.

La universidad y el puerto sobre el río Escalda, el segundo en importancia en Bélgica, hicieron que la ciudad fuera considerada la segunda más importante de Europa.

Parece mentira que a pesar de su ubicación, la traza de un canal de 200 metros de ancho y 14 de profundidad, permita el acceso de barcos de 90 mil toneladas. Desde sus muelles parten emisarios con insumos industriales o granos hasta la cuenca del Rhin, e ingresan mercaderías que requiere el pequeño país del norte europeo.

Doscientos cincuenta mil habitantes componen el censo de esta población adornada con banderas, algunas amarillas que realzan leones negros, con una arquitectura que conserva el gótico laborioso del siglo XV y restos del siglo XIII, como el castillo de los condes de Flandes. La edificación, construida a finales del 800, cuando Gante nacía y necesitaba defenderse de los invasores, hoy ocupa el centro de la ciudad.

A lo largo de su existencia el castillo tuvo múltiples usos que fueron desde residencia a casa de la moneda, fábrica, prisión y cuartel de bomberos. Hoy se custodian en él los archivos de la ciudad.

A lo largo de canales y ríos se pueden ver exponentes de buena arquitectura, como el Palacio de Justicia, la iglesia de San Miguel con su torre gótica tardía nunca terminada, o las casas fundadas por diferentes gremios, testimonios de épocas distintas.

Estas maravillas escalonadas, de factura portentosa y destinadas en su origen a barqueros, recaudadores o albañiles, invitan a la contemplación, igual que la torre de Belfort, coronada por una veleta, la hace competir en altura con las de San Bavón y de San Nicolás. Cerca de allí está el mercado de tejidos y una residencia nobiliaria antigua que en sus múltiples transformaciones pasó a ser hilandería y hoy es museo de instrumentos de tortura.

El río Escalda, al que se le une otro de menor caudal, el Lys, dividen Gante en muchos barrios que se conectan por más de un centenar de puentes de materiales y diseños variados, fruto de épocas diferentes.

Gante derrocha artesanía, arte y lugares de interés, todos cercanos a su centro medieval que bien se pueden conocer en una caminata.
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A lo largo de los canales y ríos que atraviesan la ciudad se puede ver el contraste arquitectónico.

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