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domingo,
04 de
junio de
2006 |
En Foco. Se calienta la campaña
El ex ministro de Economía Roberto Lavagna comenzó esta semana a mostrar sus cartas de cara a las próximas elecciones presidenciales y logró conmover tanto al gobierno como al sector empresario.
Sus críticas a una política económica que se parece bastante a la que llevó adelante durante su reciente gestión, fueron respondidas con munición gruesa desde todos los niveles de la estructura kirchnerista, incluyendo u otrora compañera de ruta Felisa Miceli.La primera reacción de Miceli fue cubrir el costado ortodoxo del gobierno, batiendo el parche con el resultado de la recaudación de mayo y exhibiendo los ahorros destinados a la constitución del fondo anticíclico.
La vuelta de Lavagna, tras su alejamiento a fines del año pasado, no sólo comienza a delinear el terreno de la lucha electoral sino también el de la puja de los distintos actores económicos.
Es casi una fórmula de conversación para muchos hombres de negocios despotricar en los pasillos de cuanto foro empresarial se realice contra el maltrato que reciben del presidente Kirchner. Acostumbrados a manejar los términos de la relación con el poder político, no están dispuestos a pagar determinados precios por la defensa que el gobierno realiza de instrumentos tan funcionales a su rentabilidad como el tipo de cambio alto, la contención de negociaciones salariales, el festival de licitaciones de obras públicas y el subsidio de insumos claves como el combustible, entre otras cosas.
Que la aversión ideológica de ese empresariado no se traduzca en abierto desafío tiene que ver con los buenos negocios que siguen haciendo y con la inexistencia de un referente político bajo el cual refugiarse. Eso podría cambiar con la irrupción de Lavagna, el que aumentó las retenciones a los lácteos y a la carne para castigar a los que boicotearon los acuerdos de precios de 2005, pero con un discurso diferente: su lanzamiento incluyó una crítica al cierre de exportaciones de carne. El dato no es menor para la principal política del gobierno durante este año: el control de la inflación a través de acuerdos de precios. Si el ya mítico bufoso de Moreno logró hasta ahora mantener sentados en la mesa a operadores económicos que íntimamente desprecian esa herramienta, cabe preguntarse por qué no estarían tentados de patearla en la medida que crezca como alternativa política la figura el ex ministro. Un hombre con suficiente chapa y respaldos económicos como para permitirse pensar que, bajo determinadas condiciones, podría influir en la marcha de la economía con un puñado de declaraciones fuertes.
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