|
miércoles,
31 de
mayo de
2006 |
Viajeros del tiempo
El que mucho abarca poco aprieta. Un telegrama proveniente de París insiste con el tema de que los Estados Unidos han decidido comprar en 16 millones de pesetas las islas de Saint Thomas, Santa Cruz y San Juan, próximas a Puerto Rico. La raza anglosajona está obsesionada por el afán de acaparamiento territorial, pero en mayor o menor tiempo se dará cuenta de la exactitud del viejo proverbio que reza: "El que mucho abarca poco aprieta".
El italiano, un idioma popular. Hemos aplaudido desde el primer momento la sanción del Congreso incorporando a los colegios nacionales la enseñanza del idioma italiano. Algunos combaten esta idea diciendo que sólo servirá para recargar el bagaje intelectual de los alumnos, pero viniendo el estudio por dosis bien reglamentadas, y siendo ese idioma tan popularmente conocido, ¿por qué no lo hemos de entender y hablar mejor? La sanción oficial es, pues, justa y oportuna. Pero le falta su contraparte: exigir con todo rigor que en las escuelas italianas y demás extranjeras de las ciudades y colonias se enseñe el idioma nacional, el castellano, pues en muchas de aquellas es cosa desconocida.
El monstruo invisible. Los diarios extranjeros traen la noticia de que un francés, el coronel Humbert, ha inventado un nuevo cañón que dispara sin hacer ruido, sin producir humo y sin siquiera despedir la menor chispa que señale al enemigo su presencia. Este instrumento, que ni se verá ni se oirá, puede barrer al contrincante a una distancia de cuatro millas y realiza veinte disparos por minuto lanzando en cada uno de ellos un proyectil que a su vez contiene 250 balas. La carga explosiva de melinita la riega con tanta generosidad que las 5.000 que salen por minuto de la boca de ese pequeño monstruo pueden matar a un hombre cada una. Según el inventor, si el alma del cañón se cierra en el momento que el proyectil lo abandona no hay ruido ni llama, y esto es lo que se ha conseguido. Este sistema puede aplicarse, además, a todo tipo de armas, lo que produciría pánico en el enemigo. Porque ver destruir las fuerzas propias sin darse cuenta de dónde viene la muerte, en completo silencio, a distancia, es más de lo que puede aguantar el ejército más aguerrido.
El viejo conde y la casquivana condesa. Gran sensación en los círculos aristocráticos de París ha causado la noticia del siguiente drama amoroso. Durante la última exposición llegó a esa ciudad un joven y millonario norteamericano, Mr. John Mac Wilson Durant, y en el hotel donde se hospedaba trabó amistad con los condes rusos de X... El conde era un hombre entrado en años; la condesa, joven, bonita y casquivana; el yanqui, guapo, elegante y seductor. Y sucedió lo que tenía que suceder. Enterado el aristócrata de su deshonor e incapaz por su avanzada edad de vengar la afrenta por sí mismo, comisionó a un sobrino suyo para que desafiara al galán, y se armó el inevitable lance, el que se llevó a cabo anteayer. Dada la señal por los padrinos, los contrincantes hicieron fuego al mismo tiempo. El norteamericano cayó muerto al instante por un balazo en el corazón y el ruso quedó herido en el pecho de suma gravedad.
Investigación y realización Guillermo Zinni ©
Ver La Capital de 1900 y 1901.
enviar nota por e-mail
|
|
|