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 domingo, 28 de mayo de 2006  
La gesta de una gran empresa cultural
La Editorial Biblioteca es un capítulo poco conocido de la Biblioteca Vigil. Rubén Naranjo y Raúl Frutos escribieron su historia, que acaba de publicarse

Osvaldo Aguirre/La Capital

En el legado que dejó la Biblioteca Constancio C. Vigil hay un capítulo todavía poco valorado: el de su editorial, que funcionó entre 1966 y 1976 y publicó títulos que significaron aportes decisivos al conocimiento y a la cultura de la ciudad y el país. Esa historia, sin embargo, acaba de ser publicada, y fue escrita por dos de sus protagonistas: Rubén Naranjo y Raúl Frutos. Se trata de "El genocidio blanco. La Editorial Biblioteca", uno de los trabajos que integra el libro "Dictadura y Educación", que acaba de publicar la Universidad Nacional de Entre Ríos.

La Editorial Biblioteca no tuvo antecedentes en Rosario. Y puede decirse que su continuidad es todavía un asunto pendiente, porque hasta ahora su enorme esfuerzo, la extraordinaria integración de diversos especialistas materializada en sus obras, la escala y la dimensión social de sus proyectos, no han sido igualadas en la ciudad.

Con la dirección y animación constante de Rubén Naranjo (1929-2005), la Editorial Biblioteca surgió como algo indisociable del espíritu que guiaba la Vigil. "El libro como herramienta educativa cultural era el mayor aporte que se podía concretar desde la Biblioteca Vigil", dicen Naranjo y Frutos en "El genocidio blanco".

La Editorial Biblioteca publicó 92 títulos en 16 colecciones de distintos géneros. El primer libro impreso con el sello de la Vigil fue "Oda al Paraná", de José Carlos Gallardo, un poeta español que trabajaba como periodista en La Capital. Se trataba de un extenso poema, acompañado de once obras de grandes pintores (Carlos Alonso, Juan Battle Planas, Francisco García Carrera, entre otros), cuyos originales el autor donó a la Biblioteca. El título inauguró la Colección Artes Visuales y apareció en 1965.

No obstante el Departamento de Publicaciones como tal se constituyó al año siguiente. El nombre de Editorial Biblioteca fue elegido debido a que la Editorial Atlántida (de la familia Vigil) realizaba publicaciones de textos de Constancio C. Vigil.

Hubo una política editorial: "Se estableció que era inapelable recurrir a autores locales, o por lo menos a autores del interior del país. En esa instancia fue necesario un relevamiento de autores que trabajaban, que tenían ya producción realizada". Y hubo una política de distribución: al margen de la venta, una cantidad importante de ejemplares de cada edición fue destinada al canje nacional e internacional con diversas instituciones culturales.

Uno de los aportes decisivos de la editorial fue la colección Homenaje, que apuntó a rescatar autores mayores. Aquí se produjo la edición de una de las grandes obras de la literatura argentina, hasta entonces poco y mal conocida fuera del Litoral: entre 1970 y 1971 aparecieron los tres tomos de "En el aura del sauce", recopilación de la poesía de Juan L. Ortiz. También se publicó una antología de la obra de José Pedroni. "Nunca habían tenido acceso a una difusión amplia, nunca preocuparon a las editoriales comerciales la producción de esos poetas", recuerdan Naranjo y Frutos en su repaso de la historia. Las editoriales actuales tendrían que tomar nota de aquellas ideas: "La Biblioteca Vigil debía posibilitar la edición a quienes habían dedicado su vida al hacer creativo como una estricta necesidad".

La Editorial Biblioteca también atendió a los escritores jóvenes. "Tampoco habían trascendido más allá de los círculos próximos a sus propias relaciones y pareció conveniente abrir colecciones para estos autores, suponiendo que ya habían andado mucho camino en el campo de la creación". La idea se concretó en la colección Alfa, cuyos primeros títulos fueron libros de poemas de Rubén Sevlever y Rafael Ielpi. Escritores como Hugo Gola, Paco Urondo, Rodolfo Alonso y Francisco Madariaga integraron la colección Poetas argentinos, y en Prosistas argentinos el catálogo incluyó a Jorge Riestra, Miguel Brascó y Juan José Saer. Ninguno era un autor consagrado, ni mucho menos: cada publicación era una apuesta, y a la luz de los años transcurridos, resulta notable la inteligencia y la sensibilidad de los editores.

Hubo tres colecciones dedicadas al magisterio: Apuntes (diseñada por Rodolfo Vinacua, asesor editorial), Praxis y Pedagogía (concebidas por Nicolás Tavella, hasta su partida a Venezuela, en 1968). Se trataba de "libros para maestros escritos por maestros y profesores que se desempeñaba la gran mayoría en el litoral argentino".

La colección Apuntes estuvo integrada por doce libros, de aparición mensual, con una tirada de 5 mil ejemplares por título, que se vendían a un precio equivalente al de un atado de cigarrillos. "Desarrollaban temas vinculados a preocupaciones sentidas por integrantes de sectores humildes": "Problemas actuales de la familia", de Hilda Habichayn (1970), "Relaciones entre los padres y la escuela", de Ovide Menin (1970) y "Los juguetes", de Tavella, fueron algunos de esos títulos.

Praxis estaba dirigida a los docentes: "presentará problemas que deben ser habitualmente atendidos y resueltos por el maestro", anunciaba la Editorial: la dislexia, los repetidores en la escuela primaria, la actividad creadora y los estereotipos del lenguaje, entre otros. Los libros de Pedagogía, a su vez, desarrollaban cuestiones teóricas: la colección se abrió con "Enseñanza moderna de la matemática", de Rosa Ziperovich (1969). "Los maestros de la provincia de Santa Fe -permanentemente desconocidos y ofendidos por los gobiernos de turno que les niegan las condiciones básicas para vivir dignamente- hicieron posible con su trabajo intelectual la concreción de uno de los proyectos más ambiciosos realizados en la actividad editorial de nuestro país", escriben Naranjo y Frutos.

También hubo colecciones de libros infantiles, como Las papirolas del tulipán, Molinillo y Cometa: "Fueron miles de libros que se distribuyeron como mariposas por todo el país".

A partir de 1968 los directivos de la Biblioteca resolvieron entregar libros como parte de los premios de las célebres rifas que organizaba la institución. Se pensó entonces en hacer un libro destinado a la gente de la ciudad, "donde la gente se encontrase representada". Así surgió la idea de "Rosario, esa ciudad" (1970), un libro de fotografías tomadas por un equipo coordinado por Carlos Saldi. Y para producirlo se confeccionó una lista de temas, "donde aparecían villas miseria, canillas públicas, gente jugando al truco, picados de fútbol, chicos de la calle, el carácter de la gente humilde, los estibadores, carteros, vecinos, vecinas charlando, colas en una esquina cualquier de la ciudad frente a una parada de colectivos, el descanso de los niños jugando en los parques". El libro tuvo una tirada probablemente inédita para un libro impreso en Rosario: 35 mil ejemplares.

Y si esa cifra era extraordinaria, el siguiente título de la colección Imagen, "Santa Fe: el paisaje y los hombres", la superó al llegar a 40 mil ejemplares. Al margen de los números lo notable de esa obra era el caudal de trabajo puesto en juego, con un conjunto de destacados especialistas de diversas disciplinas, reunidos en un trabajo que tenía la rara virtud de combinar un lenguaje accesible para el público más amplio y el rigor y la precisión de las mejores publicaciones científicas. La Biblioteca, se explicaba entonces, "quiso producir un libro sobre la provincia que comprendiera no sólo la geografía, la flora y la fauna, sino también las múltiples facetas de la actividad humana".

En la editorial, cuando se hablaba del libro, se lo llamaba "el Atlas". Pero aunque contenía toda la información de ese tipo de obras -"incluidas veintisiete páginas de cartografía actualizada al 31 de julio de 1971", se puntualizaba- el resultado era superior: "desde el ángulo de diversas disciplinas, aunque sin la pretensión de haber agotado el tema, se ha tratado de brindar elementos para el conocimiento de la provincia, en un esfuerzo de interpretación que quiere ir más allá de la mera enunciación de hechos".

"Paraná, el pariente del mar" (30 mil ejemplares) apareció en 1973. En 464 páginas de formato mayor, con fotografías, mapas y gráficos, la obra presentaba la descripción física, flora y fauna del Litoral, su ámbito histórico y económico, vías de comunicación, comunidades indígenas y folklore, la expresión literaria y la visión plástica y una serie de historias de ciudades.

"El ambicioso plan trazado para la obra -se decía en las Palabras preliminares- exigió el esfuerzo mancomunado de numerosos especialistas en diversas disciplinas. Pero además de los responsables directos de los textos básicos, investigadores, profesores, escritores, profesionales, mucha otra gente intervino en el libro. Fueron hombres y mujeres de los pueblos y ciudades de ambas riberas del Paraná, quienes brindaron informaciones, relataron historias, develaron secretos y peculiaridades del gran río".

Un cuarto título de la colección Imagen, "Cuyo, una respuesta al desierto" estaba listo para ser impreso cuando se produjo la intervención militar en la Biblioteca, en 1977. Los originales se perdieron. También se extraviaron veinte mil fotos y diapositivas catalogadas en el archivo y los 25 mil ejemplares de los cinco primeros títulos de la colección "Testimonio".

El que deposita sus esperanzas en un libro, dijo Paul Valéry, volverá a encontrarlas. A treinta años de su cierre, la Editorial Biblioteca perdura como un ejemplo luminoso. Con los sueños y las ideas que la impulsaron presentes en cada uno de sus libros.
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Rubén Naranjo fundó y fue el animador constante de la Editorial Biblioteca.

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