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domingo,
23 de
abril de
2006 |
El sable y la campera roja
Mauricio Maronna / La Capital
Carlos Reutemann se subirá en los próximos días al Tango 01 para compartir con Néstor Kirchner un viaje al exterior, en un periplo que, en realidad, tendrá consecuencias directas para Santa Fe. Algo que quedaría consumado el 20 de junio próximo cuando el presidente esté en Rosario para conmemorar el Día Nacional de la Bandera y aparezcan algunas palabras que moverían el tablero local del justicialismo, azotado por la tunda que le propinó, el viernes, Hermes Binner.
El diputado socialista cruzó por una vez su sempiterna prudencia y amenazó con enviar al destierro a los integrantes de la actual Suprema Corte, a la que considera un reservorio de reutemistas acorazados para impedir su ingreso triunfal a la Casa Gris.
Cuando, el domingo pasado, funcionarios provinciales actuales y de otras épocas leyeron en esta columna que un sector del socialismo (el binnerismo paladar negro), sumado al sector del radicalismo encabezado por Hugo Storero, ya tenían internalizado que de ganar las elecciones de 2007 ingresarán a la Gobernación con un "ejército de abogados", se multiplicaron los contactos e intercambios telefónicos para saber qué estaban preparando las espadas de la alianza socialista-radical.
El viernes, Binner le dio entidad a lo escrito: "Haría con la Corte de la provincia lo mismo que hizo Kirchner en el ámbito nacional". A buen entendedor, pocas palabras.
Antes de asumir su cargo (si es que la fortuna le sonríe), el líder del PS imagina una foto con las víctimas de las inundaciones que han salido a denunciar "impunidad" para con Reutemann tras la resolución que lo desligó de las consecuencias de la tragedia y con familiares de las víctimas de diciembre del 2001. A eso le agregaría un sablazo a la administración de Jorge Obeid por la borrascosa causa tras las muertes en el penal de Coronda.
Binner puso en una misma coctelera a los integrantes del máximo tribunal provincial, al caso Spárvoli, IBM-Banco Provincia y a Antonio Vanrell. No puede decirse que esta vez haya pecado de hierático.
No se sabe si como respuesta a los dichos del ex intendente, o como una notable coincidencia, el mismo día viernes desde el Ministerio de Gobierno salieron a anunciar una profunda reforma al Poder Judicial que, en algunos de sus puntos, se hace eco de las demandas.
En este caso debe reconocérsele al socialista algo que en política es un desiderátum: imponer la agenda y hacer que los otros (los adversarios) obren en consecuencia. Lo mismo ocurrió con la ley de lemas, desvelo opositor que finalmente encontró receptividad en Obeid.
Las estocadas de Binner son puestas bajo la lupa por un sector del Partido Socialista que cree que es "demasiado prematuro salir a pedir cabezas, dar nombres propios y acelerar la producción de anticuerpos en el justicialismo. Los peronistas, cuando salgan del desastre interno que tienen, nos van a tirar con la foto de Hermes, (Graciela) Fernández Meijide, (Alberto) Flamarique, (René) Balestra y, por supuesto, (Fernando) De la Rúa". Después de pedir por enésima vez reserva de la fuente, se atreven a reivindicar lo hecho por la Suprema Corte cuando el peronismo rosarino pidió el "conteo voto a voto de las elecciones a intendente" del 2003.
En esos días de extrema confusión (¿recuerda el lector a Agustín Rossi presentando como prueba de un supuesto fraude las boletas del justicialismo arrojadas en un basural?), la cintura política del máximo cuadro político del socialismo, Rubén Giustiniani, funcionó como la de Ray Sugar Leonard. Y Miguel Lifschitz fue consagrado intendente.
"Muchachos, en esta provincia no se puede gobernar contra el justicialismo. Supongamos que Binner gana, ¿y después qué? Tenemos que lidiar con los radicales, que nos van a pedir hasta una de las patas del Sillón del Brigadier López. Y tendremos, seguramente, al Senado y a la mayoría de los municipios y comunas comandadas por peronistas. Hay que bajar los decibeles, y seguir una máxima de la política: «Si vas ganando, que se enojen los otros. No los despiertes con discursos agresivos»", amplía la fuente.
Es más: el socialismo ve con buenos ojos la propuesta del radical Jorge Boasso para municipalizar el transporte en Rosario, y hay quienes dicen que detrás de esa iniciativa está el Ejecutivo: "Para eso vamos a tener que tener una política de alianzas bastante amplia. Los peronistas no creo que se opongan luego de haber reestatizado Aguas Provinciales, y con la onda que llega desde la Nación". El tiempo dará la respuesta.
Prolijamente, en la antesala del despacho presidencial se acumulan fotocopias de páginas de diarios santafesinos y nacionales que reproducen críticas de Binner a las deudas sociales de la administración Kirchner. Y aquí aparece el mayor corsé del legislador. ¿Cómo ser adversario part time cuando el factor K es clave en Santa Fe? ¿Cómo regar de elogios al presidente si desde los enclaves extra binneristas se reivindica el carácter opositor del Partido Socialista?
El sueño dorado de los discípulos de Guillermo Estévez Boero es que en Santa Fe se escriba la misma canción que en los últimos comicios, cuando el presidente sabía de antemano que Rossi no tenía chances de vencer a Binner y se bamboleó entre los actos de presencia en Rosario para dar una imagen de apoyo a los candidatos del Frente para la Victoria y, al mismo tiempo, desautorizar al Lole por decir que votar al candidato del Frente Progresista era lo mismo que hacerlo contra Kirchner.
Reutemann desde que asumió como senador es un "soldado" del santacruceño, a quien considera "un tanque" que logró lo que él consideraba impensado: terminar con el caudillesco liderazgo de Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires y poner a la economía en la ruta del crecimiento.
En la más profunda intimidad, siempre pensó que era imposible gobernar el país bajo la sombra del bonaerense. "Para eso hay que tener aparato y plata. No es mi caso", comentó alguna vez.
Se escribió hace siete días y, con mayores datos, se reitera hoy: será candidato a gobernador solamente si Kirchner se lo pide.
Paso a paso, ese escenario es vislumbrado como muy cercano en ámbitos del Ejecutivo nacional. "Los dos son muy parecidos: individualistas, rencorosos pero también intuitivos. Estén atentos a un futuro viaje compartido y a lo que Kirchner va a decir cuando se le arremolinen los movileros en una futura visita a Rosario, probablemente el 20 de junio", dijo a La Capital uno de los más eficaces funcionarios provinciales que semanalmente viaja a Buenos Aires.
"¿Usted qué porcentaje de chances le otorga a Reutemann para que decida ser gobernador?". El cronista apeló a su más absoluta sinceridad: "Ni idea". Aquí, el informante soltó lo que tenía amarrado: "Noventa por ciento". Y no dijo más nada.
Los muchachos peronistas santafesinos (confundidos hoy como el personaje que interpreta Bill Murray en "Perdidos en Tokio") no deben, sin embargo, llamarse a engaño. Aun cuando tengan a Reutemann en la grilla ya nada será como era. El senador deberá remontar una cuesta atiborrada de obstáculos, despojarse de algunos nombres revulsivos para el ciudadano independiente, además de airear un partido desmovilizado e inmerso en internas ridículas.
Por encima de los apellidos, de los grandes electores y del eventual festejo de las bodas de plata en el poder, los peronistas (sea Reutemann, Rossi o algún otro el candidato a gobernador) deberán desempolvar nuevas caras, aggiornar el discurso y demostrar que veinte años no es nada.
En el mientras tanto, Binner recorre cada punto de la provincia susurrando en los oídos de sus interlocutores lo que éstos quieren escuchar.
Ya no alcanza solamente con la campera roja; ahora se trata de renovar el placard.
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