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 domingo, 16 de abril de 2006  
El puente colgante que enorgullece a Necochea

El puente colgante de Necochea es un ícono de la ciudad. Une las ciudades de Necochea y Quequén sobre el río Quequén grande desde 1929 y es un orgullo para la localidad, que luce una obra como las que ostentan el río Rhin, en Europa, y el Alleghany, en Estados Unidos.

El puente Hipólito Irigoyen se extiende desde la intersección de la avenida Jesuita Cardiel y la calle 46, en Necochea, hasta la de las avenidas Lobería y Machado, en la vecina Quequén. Fue construido para cubrir la necesidad de unión entre las dos ciudades.

El Puente Colgante es uno de los testigos y observadores más importantes de la ciudad y a él se le unieron luego otras obras, como el puente carretero Ignacio Ezcurra, en el puerto, que fue destruido en 1980 por las inundaciones; el Dardo Rocha, más cerca de la desembocadura del Quequén; otro carretero, hacia el norte, que cambió el nombre Pedro Eugenio Aramburu por el de Domingo José Taraborelli. Pero en materia de puentes, el símbolo de Necochea es el colgante, al que los pobladores consideran hecho a su imagen y semejanza por su fortaleza, por la energía que demuestra y por la belleza que emana su silueta.

El colgante fue inaugurado el 21 de julio de 1929 y, desde entonces, engalanó las postales de Necochea. Su imagen se constituyó en un símbolo de la ciudad. Por grandiosidad representó el avance del ingenio y la capacidad del hombre. En el momento de su inauguración contaba sólo con cuatro antecedentes en todo el mundo. Uno sobre el Rhin, frente a Colonia, y tres análogos sobre el Alleghany River, en Pittsburgh.

Fue escenario de paseos, las dudas entre la vida y la muerte, encuentros felices y accidentes, carreras de autos y desfiles gauchescos y todos los acontecimientos que han transitado necochenses y quequenenses.

El Puente Colgante llegó para reemplazar el servicio de balsas que funcionaba en las primeras décadas del siglo pasado y quedó liberado al tránsito en noviembre de 1928.


La obra
Su estructura metálica consiste en un tablero suspendido de 32 cables, cada uno de ellos compuesto de 169 alambres de acero dispuestos en capas concéntricas, arrolladas alternativamente a la derecha e izquierda con ángulo de calaje. Los cables se anclan en dos macizos de hormigón que al mismo tiempo sirven de estribos al puente y de apoyo a la viga de rigidez.

El tablero es indeformable por la presencia de dos vigas continuas de rigidez solidarias con los cables que salvan la luz total de 270 metros en tres tramos, uno central de 150 metros, y dos laterales de 60 metros, cada uno. Las vigas están separadas axialmente de 8.80 metros, cada una en correspondencia con un grupo de 16 cables, colocados en el mismo plano vertical. Esta distribución deja libre una calzada de seis metros y dos veredas de un metro cada una. Las vigas son de alturas constantes de 2.50 metros, salvo en los pilares donde tienen 2.75 metros.

Los cables se asientan sobre la cabeza de los pórticos metálicos, de 25.70 metros de altura, articulados inferiormente en forma de eliminar los esfuerzos secundarios.

Todo el peso permanente se transmite a los cables por medio de péndolas espaciadas de 5 metros, provistas de dispositivos que permiten alargarlas y acortarlas.

Terminando el puente, los cables toman la forma de un funicular, envolvente de una parábola, que el tramo central tiene una flecha de 16.16 metros y en los laterales 2.65 metros.

La provisión de material metálico y armamento de obra estuvo a cargo de la compañía francesa "Chantier et Atelier, de la Gironde". La estructura metálica fue construida en las Usinas de la Compañía en Francia, fue fabricada en secciones del mayor tamaño posible, compatibles con las exigencias de embarque y transporte. Todo el material se cargó en Cherburgo, a bordo de los barcos nacionales "Pampa" y "Bahía Blanca", siendo desembarcados en el Puerto de Quequén y llevados hasta la obra por esas embarcaciones, remolcadas 5 kilómetros río arriba.

Después de haber soportado inmutable la más grande inundación del siglo pasado, en 1980, continúa luciendo su esbelta figura. El Puente Colgante sigue siendo un lazo entre los dos pueblos, un símbolo y un ícono insustituible y entrañable.
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El Colgante que une Necochea y Quequén es un símbolo desde hace 7 años.

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