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 domingo, 16 de abril de 2006  
Memoria
Historia de una rebelión
Ulises Gorini rastrea los orígenes del gran movimiento que enfrentó a la última dictadura militar

Mora Cordeu

El primer tomo de la "Historia de las Madres de Plaza de Mayo", escrito por Ulises Gorini, constituye un registro detallado del accionar de las Madres que abarca desde su irrupción inorgánica en 1976 hasta convertirse -antes del retorno de la democracia- en el mayor símbolo de enfrentamiento a la dictadura militar.

"Empecé la investigación en 1988, cuando estaba claro que no se había tratado de un fenómeno coyuntural de la dictadura. El surgimiento de las Madres como respuesta a la desaparición forzada de personas existió en otros países pero no se había dado nunca una respuesta equivalente a la que ellas dieron", subrayó Gorini.

Para el narrador de esta historia, publicada por el Grupo Editorial Norma, "la connotación más llamativa del movimiento fue su desarticulación respecto a las organizaciones políticas preexistentes u otras nuevas. No tenía vinculaciones profundas con estas organizaciones. Lo particular es la emergencia de este gran símbolo de resistencia que son las Madres".

En su reclamo por los derechos humanos, "las Madres van a quedar escindidas del movimiento popular y revolucionario. Se produce esta fractura y el gran tema a debatir es el por qué. Muchas veces se le acercaron a las Madres propuestas de una mayor proximidad con el resto del movimiento popular y lo que aparece es una fractura persistente".

Esa singularidad en la lucha contra la violación de los derechos humanos "implicó también una percepción muy lúcida que fue decisiva para la tipificación de la desaparición forzada de personas como delito de lesa humanidad. Y esta perspectiva de las Madres surge de una práctica política de enfrentamiento con la dictadura que van percibiendo palmo a palmo".

Por ejemplo, citó Gorini, "el pasaje del pedido de esclarecimiento -con la consigna «que digan dónde están»- al reclamo de la aparición con vida de los detenidos desaparecidos".

En 1979 empiezan a aparecer testimonios muy fuertes -aunque las Madres tenían conocimiento anterior- sobre el asesinato de desaparecidos. "Hay una denuncia en París, otra auspiciada por Amnesty International. Distintos grupos de izquierda en el exilio opinan que hay que empezar a hablar de muerte, de asesinato. Dicen «basta de desaparecidos que es una palabra muy ambigua, hay que denunciar que están matando»".

"La reacción de las Madres es inmediata. Afirman que no saben si todos los desaparecidos están muertos -apuntó Gorini-. En 1979 siguen las desapariciones y las Madres no quieren hablar de desaparición como sinónimo de muerte, no quieren anticipar el asesinato de desapariciones que se están ejecutando. Y por qué pensar que es mucho más grave el asesinato que la desaparición. Este sería un delito más terrible si se pudieran comparar".

Si no hubiese surgido la oposición a esta "tentación macabra" de transformar la desaparición en una muerte por decreto, "se esfumaba la posibilidad de considerarla como uno de los delitos más graves".

"Las Madres no partían de un lugar de mayor experiencia política, no partían de un análisis ideológico ni de esquemas conceptuales, estaban llevando adelante una práctica política muy directa que les permitió ver cosas que otros no vieron", destacó Gorini.

El libro resalta el rol jugado por Azucena Villaflor de De Vicenti, asesinada por la dictadura a fines de 1977. Según su autor, "tenía una personalidad magnética, ejercía un liderazgo y tenía la capacidad de sobrepasar su propio drama -el secuestro de su hijo Néstor- para contener a las Madres en medio de la oscuridad".

"Cuando ella propone que las Madres vayan a reclamar a la Plaza de Mayo, la idea era que (Jorge Rafael) Videla viera cuántas eran, que las recibiera, en fin, que se hiciera cargo. Más que una acusación lo que propone es exigirle una respuesta. En poco tiempo las Madres se iban a dar cuenta que Videla era el máximo responsable de lo que pasaba en aquellos días", contó.

Una de las cualidades macabras del método de la desaparición, señaló Gorini, es la de producir bajas en el enemigo sin que estas puedan ser atribuidas al gobierno o al Estado. "El hecho de que muchas organizaciones -como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos- exigieran a Videla el monopolio de la fuerza era porque suponían que no era una decisión de la Junta Militar".

Cuando Hebe de Bonafini llega por primera vez a la Plaza de Mayo -contó Gorini- para sumarse a las rondas de las Madres, era la segunda vez que venía a Buenos Aires desde Ensenada. "Esto indica muchas cosas sobre su extracción social y su nivel cultural. Pero de este punto de partida, en 1983 hace una gira donde es recibida por varios presidentes europeos con una repercusión enorme, mayor a la que obtuvo en su viaje el candidato electo por el radicalismo".

De cara a la democracia, las Madres advierten la necesidad de continuar la lucha. Desde otro lugar, son muchas las organizaciones políticas y sociales que se preguntan qué hacer con las Madres.

"Con la democracia, solamente con el gobierno constitucional, no iba a haber necesariamente una satisfacción a su lucha -explicó Gorini-. Y esto es lo que anuncian cuando el último jueves de la dictadura dicen: «Madres, la semana que viene comienza otra lucha»".
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Hebe de Bonafini, Elida Galetti y Alicia de la Cuadra cuando habían empezado a marchar en Plaza de Mayo, en 1977.

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