|
domingo,
16 de
abril de
2006 |
Viajeros del tiempo
¡A silbar! Un corresponsal social escribe de París el 6 de diciembre de 1899: "No sé si conocerán esta nueva moda que, como casi todas las que se refieren a usos y costumbres, nos viene de los Estados Unidos. La misma es original y ha tenido mucha aceptación en los salones parisienses. Consiste en silbar acompañado de piano o de orquesta, aunque el primero es más corriente y hasta más bonito. He tenido ocasión de oir a varios aficionados del nuevo arte y la impresión que me han producido es agradable. El efecto es bonito y gusta. Da, en todo caso, mejor resultado que la flauta, instrumento bien ingrato por cierto. Naturalmente que los que silban en los salones haciéndose acompañar por el piano, lo hacen por música y estudian y ensayan de antemano, como se hace con los demás instrumentos. Es tal el interés que ha despertado en París que hay varios profesores que se dedican a su enseñanza y cuentan con numerosos discípulos. Las señoritas son tan entusiastas como los jóvenes".
Cartas certificadas. La necesidad es ingeniosa e inventa novedades a cada paso también en el ramo de correos, donde la inmensa cantidad de cartas que se pierden en el camino ha creado algo original. Ahora se pueden despachar piezas en giro especial, ni más ni menos como un certificado, de manera que gozan de una seguridad absoluta. Dicen todos los que lo usan que es la única manera de evitar los extravíos, sobre todo con las dirigidas o remitidas para o desde Europa.
Psicóloga ferviente. Son deducciones absurdas en grado sumo aquellas que se pretenden sacar con mala fe de hechos reales, positivos, aprobados por la ciencia, sancionados por la conciencia popular y que sin embargo se ven envueltas en una atmósfera de dudas y ficciones. Hoy la psicología o ciencia del espíritu tiene aplicaciones prácticas y benéficas en la humanidad, y a pesar de los absurdos a que da motivo en ciertas cretinas lumbreras, ella avanza con la seguridad de la razón y el triunfo. Madama Stéphanoff es una de sus más fervientes cultivadoras y aprovecha su ciencia en beneficio del prójimo que a ella acude en demanda de un lenitivo a sus afecciones morales o de un consejo que conduzca por senda próspera y feliz. Políglota con reminiscencias de Arias Montano, madama Stéphanoff mantiene una conversación altamente simpática y atiende en su casa del pasaje Saguier 393, entre Tucumán y Catamarca, teléfono 406, a todas las personas, sea cualquiera el idioma en que se expresen.
Renacer de las cenizas. En pocos días la crónica ha registrado varios incendios en negocios e industrias. Lo raro del caso es que el origen del siniestro no se encuentra ni con lupa y que los libros contables también se queman. A este paso las compañías de seguro contra incendios van a tener formar una liga para hacer frente a esta manía o dedicarse a los seguros de vida, porque nadie se liquida espontáneamente para luego recibir el importe de la póliza. Es tan grata la vida que ni por plata se vende pero en cambio las cosas inanimadas, las mercaderías por ejemplo, se convierten en cenizas para renacer luego como el fénix más fuertes y rozagantes con el dinero del seguro. Si el siglo que pasó fue el de las luces, por el que estamos andando se llamará el de las hogueras.
Investigación y realización Guillermo Zinni.
Ver La Capital de 1900, 1901 y 1902.
enviar nota por e-mail
|
|
|