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 domingo, 16 de abril de 2006  
Binner camina, el PJ no arranca

Mauricio Maronna / La Capital

Hermes Binner empieza a probarse el traje de gobernador. Solamente un brusco giro de la realidad, y sus derivados, hará que el 2007 no sea un año bisagra en la política santafesina. Ese movimiento casi sísmico deberá provenir desde la máxima altura del Poder Ejecutivo nacional. Sin un acuerdo expreso, real, taxativo (y no un mero jueguito para la tribuna) entre Néstor Kirchner y Carlos Reutemann el justicialismo una sombra será en la parada electoral.

Las encuestas que descansan en un escritorio del primer piso de la Casa Rosada coinciden en que la figura del diputado socialista se recorta nítidamente en el punto superior de la pirámide, con niveles de imagen positiva parecidos a los del jefe del Estado. Luego viene el senador, única esperanza para que el peronismo festeje sus bodas de plata en el poder. Detrás de esos nombres está el desierto.

Binner adoptó con sigilo el estilo de campaña permanente: mientras su figura pasa inadvertida en la grisácea Cámara de Diputados, recorre la provincia escuchando y haciendo eje en un único leit motiv, que tiene que ver con la añeja presencia del PJ al frente de la Casa Gris.

La inveterada queja de los hombres de campo por las políticas del poder central (más reiteradas en la historia argentina que los faltazos a las prácticas del Burrito Ortega) encuentra hoy oídos prestos en Binner, como alguna vez sucedió con Reutemann.

El ex intendente no trepida en manifestar su rechazo por las retenciones, y el bloqueo a las exportaciones, atento al cortocircuito coyuntural entre el presidente y los productores de la Pampa Húmeda que no pueden saciar sus lamentos pese a que el factor soja los convirtió en bambinos dorados de la devaluación.

El Lole (permanente objeto de culto de los hombres de campo, que siempre lo reconocieron como un par) está encorsetado por las políticas del gobierno nacional y, como un soldado disciplinado, no mueve un músculo para reiterar lo hecho (y dicho) cuando Eduardo Duhalde elevó las retenciones.

Por aquellos días, Miguel Paulón (antes de ser travestido por la alianza socialista-radical, en un caso testigo de lo que luego sería la borocotización) fue eyectado por el propio Lole de su cargo de secretario de Agricultura, fortificando su alianza con el sector que contribuiría ampliamente en las elecciones de 2003 para que obtenga casi 800 mil votos.

Las bases de sustentación de los sucesivos triunfos justicialistas fueron la ley de lemas y los porcentajes de ciudadanos independientes que sufragaron por Reutemann, más que por el justicialismo. A priori (y esto se ha escrito hasta el cansancio), la derogación constituyó el primer intento de suicidio peronista. La exitosa promoción publicitaria esparcida desde el aparato comunicacional del PS ("ley de lemas + PJ: fraude") hizo que Jorge Obeid se desentendiera de aquella máxima que, en la primavera de 2002, soltó ante los oídos de Duhalde, Binner, Reutemann y algún periodista: "Lo que sirve no se toca".

El primer resultado pos-ley de lemas está escrito en las elecciones a concejal de Rosario donde, por primera vez, el socialismo ganó en todos los barrios, desmitificando en el resultado una lógica dialéctica con algún sino de realidad: "El PS no se ocupa de los barrios, que son peronistas".

Sin ese marco electoral, y sin una figura que lo contenga, el PJ puede convertirse en un animal desbocado. Y despedazado.

La ley de lemas ofrecía un paraguas que le daba cobertura a un abanico de sectores, aunque la ausencia de controles y la orgía de candidaturas hizo que aparecieran en escena personajes y situaciones revulsivas. Pero eso es historia y, en todo caso, el revisionismo (o el pase de facturas) llegará si el justicialismo pierde el invicto.

La otra cuestión que hoy relega al partido de gobierno es la adhesión de los independientes. Siempre, esta franja del electorado fue la que hizo inclinar la balanza hacia uno u otro lado del espectro político. El ejemplo más transparente se dio en el 99: muchos votaron a Fernando de la Rúa (presidente), Reutemann (gobernador) y Binner (intendente).

Con el Lole encerrado en Llambi Campbell, en el Senado, o donde quiera que esté, los muchachos peronistas viven en estado de incertidumbre y tensiones internas permanentes, en lo que parece constituir el preludio de un escenario derrotista.

Una calificada fuente del justicialismo santafesino, diputado él, graficó el estado de las cosas: "Reutemann no va a ser candidato si Kirchner no se lo pide; Kirchner hace sentir su rigor, y los compañeros están desconcertados. No puede ser que si hacemos reuniones para intentar bosquejar una salida y pedir que el Lole sea postulante aparezcan algunos descalificándonos".

La fuente se aferra a una elipsis eclesial: "Acá hay un Papa que, reconozcamos, es muy egoísta. No hay obispos que lo representen fielmente, somos como monaguillos convocados a la parroquia pero sin ningún cura presente para dar misa".

Agustín Rossi (según han voceado algunos) tomó la decisión de presentarse como precandidato a gobernador en las primarias, tal vez con María Eugenia Bielsa pugnando por la Intendencia. Al presidente del bloque de diputados justicialistas debe reconocérsele una sorprendente actitud militante que tiene su punto de raciocinio. Intenta movilizar a un gigante dormido presumiendo que cada minuto que pasa es un escalón más que desciende el oficialismo. "Si Reutemann no dice nada y cuando sus seguidores se reúnen aparece alguien retándolos, qué podemos hacer nosotros que no sea intentar poner de pie a los que están sentados, esperando que alguien los vaya a buscar", explica un dirigente del sur provincial que abona a la idea de seguir impulsando la inserción territorial de Rossi.

La decisión que se tome desde la Casa Rosada sobre la fecha de las elecciones tendrá impacto en Santa Fe. Y de esto han tomado nota los socialistas, para quienes el apellido Kirchner en las boletas tiene una significación especial.

"Una cosa es que el presidente vaya por la reelección encabezando una lista sábana que arrastre al gobernador, a los diputados provinciales, a los intendentes y todos los demás cargos. Ahí hay que tener en cuenta lo bien que está en la consideración de los santafesinos, y de los rosarinos en particular. Si juegan a ganador debería ser «Kirchner presidente-Reutemann gobernador». Agarrate Catalina...", presume un funcionario municipal que cree que tanto el primer mandatario como el senador recién mostrarán sus cartas a principios del 2007.

Por si acaso, Binner evita cualquier crítica al santacruceño. Sin embargo, Rubén Giustiniani advierte que el PS es opositor al gobierno. Miguel Lifschitz, en tanto, tiene una estrategia de construcción mucho más abierta y transversal.

El titular del Palacio de los Leones cree (aunque no lo diga) que en términos de gobernabilidad hay que pensar siempre en el peronismo y reconoce las buenas administraciones de muchos intendentes de ese signo. No es de los que considera (¿cómo Antonio Bonfatti, entre muchos otros?) que hay que ingresar a la Casa Gris con Binner gobernador pero también con un ejército de abogados para investigar las gestiones justicialistas.

Por lo pronto, deberán soportar una andanada de copiosas denuncias que tendrían como destino las concesiones en la Municipalidad de Rosario, los manejos en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y otras que los peronistas prefieren dejar por ahora en el misterio. "Es la teoría del último estertor", se despreocupan en el PS, aunque no dejan de mirar con preocupación los movimientos radicales.

Saben que cuanto más se acerque la fecha eleccionaria mayor será la ofensiva de Rubén Michlig, Juan Carlos Millet, Luis Changui Cáceres y Hugo Storero para arrancarles los mejores cargos posibles.

Por ahora ajeno a estos devaneos, Obeid percibe que la evaluación de su gestión será clave a la hora en que los santafesinos vayan a votar. Aunque lo que tanto sirvió se haya derogado, una buena acción de gobierno es el principal motor para encarar una campaña política con toda la adrenalina.

Así lo entienden los no obeidistas, que han dejado de lado cualquier crítica hacia el mandatario provincial, dueño de un respingo en la consideración popular durante los últimos meses.

La oposición ya tiene su candidato y su estrategia primaria; el peronismo todavía es una hoja en blanco. En ambas veredas aún falta el método, que no es otra cosa que el modo de decir o hacer con orden.
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