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domingo,
09 de
abril de
2006 |
El viaje del lector
Contacto con la civilización Maya
Hace unos meses pude poner en marcha los motores de mis impulsos y activar los engranajes de mi vida para organizar el tan anhelado viaje a México. Ahorros, una gran cuota de energía y muchos sueños. El avión trepó a los cielos desde Argentina. Mis ilusiones treparon mucho más allá del alto cielo, mi alma acunaba en el pecho una grata sensación de contento. La madrugada también cálida de un domingo mexicano me hizo henchir de placer.
Luego de la tramitación pertinente, la selva de la península de Yucatán me embriagó los sentidos con verdor, espesura, insectos, pájaros y sorpresas por conquistar y develar. Todo me incitaba a la aventura. El marco vegetal me producía un magnetismo irrefrenable hacia los vestigios culturales que estaba por redescubrir para mi asombro.
Un baño de tibieza mezclada con frescura fue lo primero que atiné a hacer luego de mi hospedaje frente al mar en Playa del Carmen. Recompuestas mis fuerzas me dispuse a concretar el contacto que me permitiera, al día siguiente, realizar el viaje a Chichén Itza.
Muy temprano en la mañana posterior partí rumbo al destino preconcebido. El paisaje me envolvió totalmente dándome la oportunidad de trasladarme en el tiempo y de experimentar una especie de comunión con las tradiciones y costumbres de los aborígenes mayas.
El camino serpenteante entre la selva es el prefacio para la obra de arte mayúscula que se erige en medio de ella: por fin un experto guía me ofrendó todo su saber que superó con creces mis investigaciones y estudios previos y luego, libre y ahora sí, plenamente feliz, corrí con todo lo que mis piernas pudieron ayudarme y trepé los 91 escalones de una de las escaleras de la Gran Pirámide de Kukulkán o Castillo, lo más rápido que pude.
Recorrí luego el Grupo de las Mil Columnas, el Templo de los Guerreros, el Mercado, el Observatorio, el Osario, la Casa de las Monjas, la Plataforma de Venus. Creo que también jugué al Juego de Pelota. Mi alma participó de los rituales del Cenote Sagrado y ahora y por mucho tiempo, quizás para siempre, siente y sentirá la pureza, la belleza y la grandiosidad de haber admirado y valorado el contacto con nuestra ancestral cultura maya.
Liliana Morre
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Fotos
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La pirámide de Kukulkán, un desafío de escalones.
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