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domingo,
09 de
abril de
2006 |
LECTURAS
La vida violenta
Lautaro Ortíz
Tres elementos, nada frecuentes en la narrativa argentina actual, reúne Augusto Bianco (periodista, traductor y fundador de la mítica editorial Rompan Fila de los años 70) en las páginas de esta novela: humor, imaginación y un desparpajo formal que intenta con éxito destruir la columna vertebral de este género. Su historia es el relato de la vida de Juan Amaral (uno de los tantos nombres que tiene el protagonista) y su aventura, la búsqueda de su identidad. El personaje es una suerte de bestia marginal ("vivía en estado de brotación salvaje") que descubre el mundo a partir de la violencia: su placer es pegar y ser golpeado. Como si en los golpes que da y recibe estuviera el verdadero sentido de la existencia.
Mientras le cuenta a su madre adoptiva una vida construida a partir de golpes de puño, Amaral desnuda su existencia: la vida en un orfanato; el amor violento con su madre; el éxito como boxeador sanguinario (con el apodo de Amasijo Noyo lleva el boxeo a los límites con la muerte, masacrando a sus rivales con "el disparo a repetición, el falso trompadón, el firulete distractivo, el bolopunch cruzado"); el descubrimiento de un nuevo deporte como el "boxtoreo" (Amaral es capaz de derribar a los animales a las trompadas); la opresión de la hipertecnología y hasta la guerrilla centroamericana. Desde los aires, su abuelo (un ingeniero esquizofrénico perteneciente a una hermandad del aire) le sigue los pasos, acompañándolo a distintos lugares del mundo, a bordo de un dirigible bautizado Utopía.
Como una especie de dios griego, el abuelo rescata a su nieto al final de cada aventura (el dirigible sirve de deus ex machina para cada escena) cuando la muerte acecha y el cuerpo de Amaral se reblandece. La dupla nieto-abuelo, no es otra cosa que la conversación entre la experiencia y la práctica, lo político y lo social, entre el que conoce la violencia del mundo y el que la enfrenta. La teoría está en el aire y la práctica sobre la tierra. A partir de esos polos, Bianco hace su retrato de ciertas ambiciones humanas dominadas por lograr el éxito: el dinero, los terratenientes, los empresarios, la policía y hasta los medios de comunicación.
Con un cuidadoso trabajo de lenguaje, a veces deliberante sucio, tartamudo, Bianco logra un primer golpe desde el inicio que nunca decae: "El tren viaja por el espacio abriendo el universo. Verdetierra, verdetierra, laguna y cielo, desparramo de pájaros, alambrado y silencio". No hay lugar para aburridas descripciones, ni reflexiones ensayísticas, el relato demanda velocidad y así lo escribe Bianco ("Rompe el amarillo sobre los campos mojados. Humean los plátanos. Muge el ganado") En ese vértigo el autor logra por momentos que el personaje Amaral se asemeje a un personaje de historieta tratando de hallar, en cada uno de los 47 capítulos, el tesoro de la aventura.
Como un Rabelais de estas tierras, Bianco junta, pega y juega con expresiones populares, eruditas, refranes, citas y letras de tango, siempre tamizado por un humor ácido, que da pie a un retrato monstruoso de la sociedad como sistema de vida. "El planeta se parece cada vez más a un huevo de codorniz, con pequeñas manchas de bienestar en medio de un océano de miseria. El desempleo, la pobreza y la corrupción no son problemas sino soluciones. Los dueños del mundo sólo dudan entre abandonar la gente a su suerte o ayudarla a desaparecer más rápidamente antes que se vuelva demasiado peligrosa", dice el abuelo a su nieto que siempre responde con ingenio: "Bajá de la rama, imaginero".
El sabor del final es el de una novela irrepetible y -teniendo en cuenta los ejes de la narrativa actual- única en su especie. "Todo esto será tuyo" tiene el mérito de poner al género otra vez en su lugar: en el campo de la pura imaginación.
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Bianco asocia la erudición y lo popular, con humor ácido.
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