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domingo,
09 de
abril de
2006 |
Diosas griegas
La más bella
Sucedió durante los tiempos míticos cuando los dioses del Olimpo acostumbraban descender a la tierra y fraternizar con los mortales; no sólo se creía que esto era posible sino que imperaba la imaginación y la fantasía. En esa época lejana, una diosa, Tetis decidió casarse con un mortal, el héroe Peleo, quienes fueron más tarde los padres de Aquiles. A la boda fueron invitados todos los dioses y los parientes del novio, pero lamentablemente se olvidaron de Eride, la diosa de la discordia, quien rencorosa y vengativa decidió tomar represalia: tomó una manzana de oro del Jardín de las Hesperides y la grabó con la leyenda "para la más bella". Luego se dirigió al palacio donde se celebraba la fiesta y la arrojó cuando todos estaban danzando al compás de la música de las musas. Su refulgente brillo llamó la atención a los que estaban, pero la única que se agachó para recogerla fue la diosa Hera, esposa de Zeus, rey de los dioses.
Cuando leyó la inscripción, muy ufana dijo: "Esta manzana es para mí, sin duda alguna yo soy la más bella de toda esta reunión". No fue esa la opinión de Atenea, diosa de la sabiduría, de la guerra estratégica, entre otras, quien acercándose quiso arrebatársela a Hera diciendo: "Mi belleza majestuosa es muchísimo más imponente que la tuya. Esta manzana me corresponde a mí". Escuchando la discusión estaba Afrodita, de quien se decía que era la diosa de la belleza, del sexo, de la gracia y de la voluptuosidad y dijo: "No puedo creer lo que estoy escuchando, hasta un vil mortal sabe que yo soy la diosa más bella, basta con mirarme para cerciorarse. Quien grabó la manzana, lo hizo pensando en mí".
La terrible discusión habría durado eternamente si los demás dioses no le hubieran pedido a Zeus que la resolviera, sin embargo el rey de los dioses siendo que su esposa era una de las involucradas, se negó a solucionar el conflicto y designó al príncipe Paris como arbitro quien estaba cuidando los ganados de su padre, el rey de Troya. Zeus mandó a llamar a Hermes, mensajero de los dioses, para que trasladara a las tres diosas adonde estaba Paris y le ordenó a Hermes que le impusiera que debía resolver el conflicto como quisiera pero otorgándole la manzana a quien consideraba la más bella.
Cuando Paris los vio llegar un profundo miedo se apoderó de él porque jamás había visto a ningún dios o diosa y pensaba que esta aparición se debía a que su vida estaba llegando a su fin. Sin embargo, cuando Hermes lo tranquilizó y le contó de qué se trataba la visita, Paris le preguntó si él podia fijar las reglas del juicio a lo que el dios le respondió que sí. Envalentonado, decidió que las diosas se debían presentar ante él, de a una y desnudas. Primero lo hizo Hera quien le dijo: "Ya habrás notado que mi belleza es inigualable, por eso el rey de los dioses me eligió como su mujer. Además te recuerdo Paris que a mí mi esposo me hace caso, y que él es quien dispensa los bienes y males a los mortales como tú. Si llegaras a resolver que la manzana me corresponde, yo te daría de regalo todo el contiente asiático y haría que fueras el hombre más rico de la tierra". Paris, aturdido por semejante propuesta, sólo atinó a agradecer a la diosa.
Luego le tocó el turno a Atenea quien le manifestó su tremendo disgusto por tener que presentarse desnuda ante él, y le dijo: "Como verás mi belleza me exime de cualquier comentario. Sé objetivamente que yo soy la más hermosa pero en el caso de que me otorgues la manzana, como soy la diosa de la sabiduría y de la guerra estratégica te transformaré en el hombre más sabio del mundo y haré que ganes todas las batallas en las que participes". Anonadado por la oferta, agradeció a la diosa quien se marchó.
Por último se presentó Afrodita, se aproximó lentamente con andar felino acercándose tanto a Paris que debió retroceder para no tocarla. Lo que no pudo evitar fue percibir el perfume erótico que emanaba su piel. Afrodita le dijo: "Pocas veces en mi vida he visto a un hombre más lindo que tú. No entiendo que haces aquí, cuidando ganado, siendo que todas las mujeres del mundo estarían deseosas de conocerte íntimamente. He visto que me has observado detenida y minuciosamente, lo que me halaga. Yo puedo hacer que la única mujer mortal comparable a mí en belleza, erotismo y sensualidad se enamore perdidamente de ti y pases a ser el hombre más envidiado de la tierra". Paris sobreponiéndose a su exitación dijo: "Y quién es ella".
La rápida respuesta de la diosa fue: "Helena, reina de Esparta, esposa del rey Menelao por quien los 68 príncipes más poderosos de Grecia se presentaron en su momento como pretendientes, subyugados por su hermosura. Al fin, ella eligió a Menelao por su belleza y su poder". Confuso, Paris alcanzó a balbucear: "Pero es casada". Afrodita, irreverente, le contestó: "Eso es lo mejor, la transgresión. Conseguir a cualquier mujer bonita de la tierra te sería fácil. Yo te estoy ofreciendo a la única mujer comparable a mï". Y Paris desechó la posibilidad de ser el hombre más sabio de la tierra, el más poderoso o el más rico y le otorgó la manzana a Afrodita. Lo que la diosa no le dijó fue que cuando Paris raptara a Helena se iba a iniciar la guerra más cruenta de la época que iba a terminar con la ciudad de Troya destruida, y que produciría la muerte de todos los integrantes de la familia real troyana, incluido el propio Paris.
Juan Carlos Zuliani
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