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domingo,
09 de
abril de
2006 |
Inteligencia y emociones
Camino de autoconocimiento
Cada descubrimiento científico nos asombra en primera instancia, y luego nos coloca en un lugar donde, nos guste o no, obliga a investigar más sobre lo que conocíamos, creíamos y sobre lo mucho que "sabíamos" de determinado tema. Los estudios sobre inteligencia emocional traen un bagaje de comprobaciones científicas que echan por la borda muchos de los conceptos arraigados por varias generaciones.
Hasta ahora se creyó que el hombre era inteligente cuando su intelecto era brillante. Hoy se sabe que tenemos tres inteligencias principales (hay más), la intelectual, la creativa y la emocional que funcionan independientemente, y que deben trabajar en resonancia para que la persona desarrolle todos sus recursos.
¿De qué sirve tener muchos conocimientos intelectuales, si no somos buenos estrategas para utilizarlos en función del éxito? ¿De qué sirve tener estudios y ser creativos si nos falta coraje, constancia y confianza en nosotros mismos para llegar a la meta?
En su momento las teorías de Freud dieron respuestas a los muchos porqués del comportamiento mediante el estudio del inconsciente pero, hasta hoy seguíamos con grandes interrogantes ¿Por qué ni siquiera Freud pudo manejar su ansiedad que lo llevaba a caer en adicciones; por qué no hacemos lo que queremos y actuamos y luego nos arrepentimos; quién es el dueño de nuestro comportamiento?
La ciencia determina mediante estudios muy sofisticados del cerebro que hay un espacio llamado "amígdala" (aparte de las de la garganta) donde se registra todo lo que experimentamos emocionalmente. Este espacio está maduro en el momento del nacimiento, pero no la neocorteza o neocortex que va madurando lentamente hasta los cinco años. Por lo tanto, el único registro que tenemos de la edad temprana es emocional. Dicho registro hace que ante las circunstancias de la vida reaccionemos automáticamente sin que lo podamos evitar. Esto es porque lo emocional dispara la química corporal, y de acuerdo a la percepción será nuestro estado.
Cada uno tiene su "filtro" según su mapa emocional y según sus códigos. Las emociones disparan un verdadera "avalancha" de componentes químicos y eso queda en la sangre por un cierto tiempo. Las funciones de las tres inteligencias están en distintas partes del cerebro. La intelectual y creativa en la neocorteza, hemisferios izquierdo y derecho respectivamente, y la emocional en la zona límbica que en nada difiere de la de los animales, por lo que nuestras reacciones son impensadas.
Como el cerebro es un ordenador que puede reprogramarse sin que esto reemplace los tratamientos, debemos aprender nuevos códigos y cambiar el filtro para que, ante las situaciones difíciles, nuestro cerebro primitivo pueda generar otras conductas para que la adversidad produzca un sentimiento de "desafío" en lugar de deprimirnos y anularnos. Hoy tenemos un emergente social fácilmente detectable generado por la ansiedad que produce fobias, pánico, trastornos obsesivo-compulsivos, histerias, entre otros. También depresión y gran cantidad de enfermedades autoinmunes y psicosomáticas.
Podemos inferir que necesitamos conocer los caminos para corregir las emociones. La sociedad es analfabeta en inteligencia emocional. La alfabetización está al alcance de todos. No tenemos una universidad que nos capacite en este sentido, es un camino de autoconocimiento y superación. La felicidad, el éxito, la salud y las buenas relaciones dependen del estado emocional; lograrlo depende de nosotros.
Lucía Peagno
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