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 domingo, 09 de abril de 2006  
Danza
Ritmos Caribeños

No se puede mencionar la danza sin dejar de pensar en formas de vida, de pensamiento, de arte, de vivir lo tradicional, lo misterioso, lo culto y lo intelectualmente creativo. La danza, como arte natural y primordial por excelencia, tiene un valor universal y simbólico porque expresa un sentimiento, un estado del alma. La más primitiva excitación estética, la del ritmo, encontró en la danza su inmediata expresión desde que los hombres prehistóricos prestaron atención a los sonidos repetidos de la naturaleza. Más tarde se agregó la cadencia acompasada del cuerpo. En el momento que a esas manifestaciones externas se le unió la intención interna de un significado pasional además del placer estético, fue cuando empezó a ser la expresión más completa de los sentimientos humanos.

Por eso tiene además de su valor estético, el de la espontaneidad y el de su primitivo valor emotivo y evocador del inconsciente del hombre. Adicionado al placer físico, la danza proporciona bienestar psicológico, base para el desarrollo armónico y equilibrado de nuestra personalidad a través de la cual se expresa y se comunicalo lo que sentimos. La cultura del Caribe provocó un impacto con la que muchas veces nos identificamos asumiendo esa identidad alegre, dinámica y sensual. Durante las clases de danzas caribeñas, muchas personas vivencian experiencias que trascienden lo meramente fisiológico, implícito en cualquier actividad física, porque se conectan con sentimientos y emociones que encuentran un espacio para expresarse.

La danza contribuye a tener más confianza, a disfrutar del cuerpo en movimiento, a elevar la autoestima, además de generar un lugar de encuentro. Se puede bailar con el ritmo que a cada uno le agrade, solos o en compañía, en casa, en medio del campo o en un salón de baile, y además no es necesario conocer ninguna técnica específica. Todo está permitido si sabemos que la danza es expresarse en libertad, sin condicionamientos, dejándonos llevar simplemente por lo que se siente en ese momento. La motivación para danzar debería ser las ganas de liberarnos, de expresar emociones e ideas escuchando nuestras resonancias internas. Cuando bailamos la mente descansa, no hay lugar para el pensamiento: el cuerpo y alma se mueven al unísono en perfecta comunión acompañados por los ritmos del mambo, el chachachá, la rumba, la salsa o el merengue.

Gabriela Yaffé

Directora del instructorado

de ritmos caribeños

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