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 domingo, 09 de abril de 2006  
Ellas preguntan

Para las Marías, Estelas, Mónicas y Florencias que escribieron cuando sufrieron por la separación. Lo que les respondo no es ni un consejo ni una respuesta directa, se trata tan sólo de una aproximación al tema que las preocupa.

Cuando se rompe un vínculo amoroso generalmente hay un movimiento de detención, un impasse que no tiene necesidad de derivar en un callejón sin salida, sino que en el mejor de los casos comienza un trabajo de duelo. Esta pérdida que se padece y sufre deja ciertos residuos que involucran algo muy complejo: la ambivalencia que ya habría sido comprobada en la relación del niño con sus padres. Dicho de otro modo cuando ya no se cuenta con la persona amada esto puede causar dolor por el amor que se le ha tenido, pero junto con ese amor hay otro factor que juega y que es propio de la relación ambivalente: el sentimiento de odio.

El pensamiento freudiano lo postula como una de sus leyes básicas, sostiene que la ambivalencia existe siempre entre las personas. Por lo tanto si se hace el duelo es probable que se llegue a sentir cierto sentimiento de triunfo en la medida en que se siga contando con proyectos de vida, aunque el otro ya no forme parte de ellos (de los lazos perdidos lo que se pierde no es tanto el objeto de amor sino lo que uno fue para ese amor).

Durante dos meses interrumpiremos nuestro contacto semanal. Hasta la próxima y gracias por estar aquí.

Graciela Lemberger

Psicoanalista
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