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domingo,
02 de
abril de
2006 |
Historias cruzadas en Santa Fe
Mauricio Maronna / La Capital
Sin 2006 no habrá 2007. Esa es la consigna que deberán internalizar Jorge Obeid y Miguel Lifschitz para atravesar con éxito el puente invisible que inexorablemente lleva a la conservación del poder, para el justicialismo en la provincia y para el socialismo en Rosario.
Poco quedó esta semana de la "Barcelona argentina", un eslogan que la Municipalidad supo pegar en algunos medios locales y nacionales durante los dos últimos años merced a una gestión hiperkinética, y eficaz, de Miguel Lifschitz, sumada a un copioso colchón comunicacional que puso paranoicos a los justicialistas.
Obeid salió del encierro autoimpuesto y parece haberse tomado en serio que para cumplir el principal mandato no escrito de todo peronista de ley (entregarle la banda a otro compañero) debe gestionar, gestionar y gestionar. De reojo, alguien miró la estrategia de marketing del Palacio de los Leones y la administración decidió pegar un brinco.
En la Casa Gris están rompiendo las alcancías, el gobernador se golpea el pecho por la reestatización de Aguas y promete cortar cintas a la velocidad de la luz desde aquí hasta el último día de su mandato.
Lifschitz pasó su peor semana desde que asumió: los paros en el transporte público de pasajeros (una costumbre tan rosarina como la Feria de las Colectividades), la ausencia de taxis en horario nocturno, las idas y vueltas respecto a la participación en Assa y algunas crispaciones en la interna partidaria provocaron un rictus amargo en el intendente.
Más de un dirigente socialista llamó a La Capital para intentar (sin éxito, obvio) conocer quién fue la fuente consultada que, en diciembre de 2005, permitió escribir en esta columna que "en un tiempo no demasiado remoto" se cumpliría "la amenaza" de "paralizar la Municipalidad". En todo caso, en el Ejecutivo ya lo sabían y mostraban su preocupación por la desventaja de cortar los vínculos hasta entonces extraordinarios entre la Casa Rosada y la Intendencia.
Eran los meses en que un estratégico ministro de Néstor Kirchner se atrevía a decir que "Lifschitz parece peronista, hay que traerlo" y en los que desde el oficialismo municipal se deslizaba una orden: "Muchachos, bajen el tono de las críticas en el Parlamento, este gobierno nos entrega todo lo que pedimos".
Los concejales justicialistas que hasta hace muy poco eran una especie de aliados no reconocidos del PS ya no están más, y los actuales ediles muestran sus uñas a la hora de intentar debatir en el recinto el aumento del boleto.
Creen, con cierta ingenuidad (¿con cierta ingenuidad?), que allí aflorarán diferencias entre los ediles oficialistas y que con el río revuelto tendrán la ganancia de un pescador.
El intendente, atento a estas movidas, no quiere padecer dolores de cabeza (ya no podrá contar con el ARI, escaldado tras el aval al incremento en la tasa municipal) y desea plenos poderes para definir la situación.
Ajenos a la subterraneidad de estos movimientos de ajedrez, los rosarinos, pragmáticos, observan que, de pronto, los colectivos no circulan y los taxis desaparecen. Como un teorema de simple resolución inducen que, otra vez, el cuadro de situación terminará limando sus bolsillos.
Y aquí aparecen las preguntas: ¿qué astutos pescadores tiene el peronismo rosarino para capitalizar el resbalón socialista? Todas las miradas convergen en la potencial candidata a intendenta María Eugenia Bielsa. La mujer parece observar el fresco antes de hacer alguna observación que la lleve a enchastrarse en el redil electoral. El justicialismo no es tampoco un espejo de agua cristalino ni un mar calmo, despojado de pretendidos tiburones con colmillos afilados.
Más allá de las cuestiones de aldea, Santa Fe vuelve a convertirse poco a poco en el epicentro de las miradas nacionales, llevando en su seno la pregunta del eterno retorno: ¿qué hará Carlos Reutemann en el 2007?
La infantil operación de prensa que la Casa Rosada logró plasmar en un diario porteño provocó un sobresalto en la humanidad del a veces hierático senador. "Kirchner le prometió apoyo a Reutemann solamente si le garantiza el triunfo frente a Hermes Binner", reflejó el matutino. Claramente, eso significa poner el carro delante de los caballos, algo que en política conduce directamente a un laberinto sin salida.
Perdidos como algún consorcista del Edificio Kavanagh en una marcha del Partido Obrero, unos pocos dirigentes del PJ fueron recibidos por el Lole en los últimos días. "Muchachos, yo voy a hacer lo que Kirchner quiera: si pretende que sea gobernador, la voy a pelear; si aparece otro y me pide que lo apoye, lo voy a hacer. No hay margen para que nadie juegue por afuera", los despachó Reutemann, quien solamente se dejó ver entre los sombreros monárquicos de la realeza holandesa que visitó la Cámara alta.
Al margen de las especulaciones, si las elecciones fueran este domingo Binner resultaría electo gobernador de la provincia.
En la mesa chica de Olivos (a la que solamente acceden Alberto Fernández, Julio De Vido, Carlos Zannini y Cristina Fernández de Kirchner) tienen un sondeo que ya empieza a mostrar una tendencia previsible. Reutemann es el único que tiene chances de derrotar al PS, salvo que las elecciones fueran unificadas con las nacionales, algo que hoy luce como improbable.
Es hora de consultar a un informante que conoce al dedillo los meandros del justicialismo santafesino. El hombre se recuesta en su sillón, mira hacia el horizonte y parece querer hacer catarsis. Hay que escuchar: "El presidente sabe que estos proyectos de los operadores nacionales no van a terminar de calar. Las elecciones en Santa Fe son en septiembre y las presidenciales en octubre. Entonces, si usted es Kirchner y quiere ser reelecto en octubre, ¿a quién desea de gobernador para traccionar votos?".
El cronista no repregunta y el conspicuo dirigente sigue con su teoría: "Quiere al que esté mejor en las encuestas, ¿no? Entonces el Lupín va a agarrar los sondeos y mirará: aunque le guste Juan, que tiene 40% de intención de voto, se va a inclinar por Pedro, que tiene 60%. Es así", explica con pulimentado pragmatismo.
"¿Entonces Kirchner deberá esperar hasta último momento para definir el candidato en Santa Fe?", consulta La Capital. "No, el que va a esperar, como hizo siempre, es Reutemann. Ahora Kirchner les da aire a todos... Pero en noviembre agarra el papelito, lo llama al que está mejor y le dice: "Arreglemos las listas a diputado nacional, vos poné los legisladores provinciales, los concejales...", hace catarsis el hombre.
Al tiempo que se entretejen teorías, el Lole cree que no es casual que a la desalambrada Santa Fe lleguen "personajes raros que no tienen ni cuatro votos en sus distritos" con el único objetivo de criticarlo.
El caso más concreto fue el del ex líder montonero Juan Carlos Dante Gullo, quien lo maltrató hasta llegar casi hasta el agravio personal. "¿A este tipo lo llevó a Rosario Agustín Rossi, ¿no?", preguntó Reutemann a uno de sus pocos confidentes, con un sobreactuado desconocimiento del tema.
A la par de las oleadas peronistas, los radicales santafesinos siguen contando los votos de una interna surrealista: el escrutinio definitivo intenta dilucidar si Felipe Michlig alcanzó el 66% de los votos que necesita para seguir siendo el jefe del partido de la oposición, mientras desde el sector Celeste (liderado por Alberto Beccani) lanzan todo tipo de acusaciones.
La UCR sigue jugando el único juego que le consume adrenalina mientras sus aliados socialistas cruzan los dedos para que todo no termine en escándalo, como el denunciado en la última convención.
Por encima de este escenario previsible, el gobernador Obeid parece haber cambiado cubiertas, entendiendo que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Una buena noticia para una provincia que meses atrás naufragaba entre desaciertos y ganaba espacios por los conflictos laborales.
Cuando la política empieza a desperezarse, es bueno que unos y otros sepan que lo importante y lo urgente van de la mano, y que eso se reduce a una palabra: gestión.
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