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 domingo, 02 de abril de 2006  
"Callejeros paga por la hipocresía"

Marcelo Menichetti / La Capital

El grupo Callejeros está pagando el precio de una hipocresía que los argentinos no asumimos. Los familiares de las víctimas de Cromañón culpan a los músicos por la tragedia como si ellos fueran algo más que artistas. La sociedad mira a ambos bandos como si fueran parte de otra historia. Sin embargo hay 194 víctimas entre las que pudo estar cualquiera. ¿Qué hacemos hoy para que esa historia no se repita? ¿Basta con convertirlos en músicos prohibidos? Hoy fue Tucumán el lugar elegido por los músicos para intentar el regreso (antes había sido Córdoba) pero las presiones obligaron a suspender el concierto. Ellos quieren tocar porque son artistas que viven de su trabajo y, como todos los argentinos, son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. La banda arrastra la "culpa" (y la virtual condena) por las vidas perdidas. Los músicos son acusados junto a empresarios y funcionarios de distinto rango. Sin embargo, la mayor responsable parece ser la sociedad que sólo busca un padre que la cuide, un poderoso que le marque el rumbo a seguir cuando la historia enseña que los que saben caminar solos son quienes llegan más lejos. Todavía no cumplimos 200 años como Nación. Sin embargo, tenemos mucha historia trágica para contar. Nos han pasado cosas realmente graves y hay vacíos en la cultura argentina que dejaron aquellos que se fueron -obligados o voluntariamente- y los miles que desaparecieron forzadamente. La desesperación por encontrar una meseta que nos permita avanzar nos hace apurar el paso. Ya es tiempo de aprender de las experiencias vividas. La necesidad de encontrar un culpable que conjure tanto dolor guardado hizo que, por diversos medios, se impidiera que ese grupo de músicos argentinos-también víctimas de Cromañón- retomara su trabajo. Y Callejeros paga solo por la hipocresía ajena. Se pretende encerrarlos en un limbo donde deberán sobrellevar una culpa eterna. Los chicos que murieron en esa encerrona fatal no van a volver. Ese dolor avasallante quedará prendido a los corazones de cientos de familiares y amigos de las víctimas. Por la memoria de ellos hay que asumir el compromiso de aprender algo de la tragedia. La justicia deberá hacer su trabajo y condenar a los culpables. Mientras tanto nadie debería mirar para otro lado.
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