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domingo,
02 de
abril de
2006 |
No quiero la
reconciliación
No se trata de una diferencia con un viejo amigo, ni del deseo de saldar el agravio estrechando de nuevo su mano. No hay tal amigo. El perjuicio recibido no es reparable. Se trata de un "enemigo", y de un "genocidio". Enemigos de la Nación, encabezados por Videla y Martínez de Hoz, que quisieron entregar el país a los ricos de afuera y de adentro, allanando el camino de la entrega con decenas de miles de cadáveres de argentinos, sospechosos de querer otra cosa y no la venta del país. No me reconcilio. Quisiera que no se reconciliaran mis hijos ni mis nietos, ni nadie, nunca más, porque ese atropello no se borra. Porque fue un veneno sabiamente inyectado en las venas de nuestra patria, produciendo una especie de infección que va a dar trabajo a varias generaciones para curarla. Martínez de Hoz y Videla, representantes de sus respectivas corporaciones, prepararon la ponzoña de la deuda externa, el remate de los recursos nacionales, la desocupación, la pobreza, la timba financiera, la desesperanza, la corrupción, el miedo, la desconfianza hacia las instituciones que debieran ampararnos. Nos dejaron el campo minado. Nos dejaron la peste y los virus. Por eso la Nación está enferma. Los argentinos estamos enfermos de esa maldita enfermedad, y nos va a costar sudor y lágrimas recomponernos. Recién está empezando la tarea de la recuperación porque el efecto de las políticas de la dictadura es duradero y va a dar trabajo anularlo. Frente al tendal dejado por la jauría económica y militar, ¿de qué reconciliación me hablan?
Héctor Bonaparte
[email protected]
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