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domingo,
04 de
septiembre de
2005 |
Desastre. Aún no hay cifras sobre el número de víctimas del huracán Katrina
Penosa evacuación en Nueva Orleáns
entre cadáveres y actos de violencia
La ayuda a las víctimas se realiza en forma desordenada. Todavía no se impuso el orden en la ciudad
Miles de personas desplazadas por el huracán Katrina continuaban siendo llevadas ayer a lugares seguros en ómnibus y aeronaves, dejando en el corazón de Nueva Orleáns solamente a los muertos y los agonizantes, los ancianos y las personas debilitadas por días sin alimento, agua ni cuidado médico.
Los sobrevivientes seguían ayer tratando de abandonar la ciudad. Los cadáveres yacían en las calles, entre ellos el cuerpo de una mujer boca arriba en bolsones de agua en el Superdomo, un estadio donde miles de personas soportaron pésimas condiciones tras buscar refugio en el lugar.
Hasta ahora nadie ha determinado el número de muertos por las inundaciones causadas por el huracán, o cuántas personas más fallecieron en espera de ser rescatadas. Pero hay cadáveres en todas partes: ocultos en altillos, flotando en las aguas de la devastada ciudad, derrumbados en sillas de ruedas, abandonados en las rutas.
Y continúa aumentando el número de cadáveres, en los puntos de ayuda en el Centro de Convenciones y el aeropuerto, donde los cuerpos sin vida son conservados en un camión con refrigeración.
Un panorama macabro
La gobernadora del estado de Louisiana, Kathleen Blanco, dijo que esperaba varios miles de muertos por el huracán, mientras que Craig Vanderwagen, vicealmirante del Servicio de Salubridad Pública de Estados Unidos, indicó que un solo depósito de cadáveres, el de la prisión en Saint Gabriel, espera recibir entre mil y dos mil cuerpos.
Al recorrer el centro de socorro del aeropuerto, el dirigente de la mayoría republicana en el Senado, Bill Frist, dijo que "unas ocho o diez personas mueren diariamente".
Unos 20.000 refugiados han esperado ser rescatados durante casi una semana en el estadio Superdomo, al igual que unos 25.000 en el Centro de Convenciones de Nueva Orleáns. El teniente coronel Bernard McLaughlin, de la Guardia Nacional, dijo que la cifra sería en realidad de 5.000 a 7.000. La mayor parte finalmente fue transportada a lugar seguro ayer.
En el Centro de Convenciones, miles de refugiados arrastraban lo poco que les quedaba a colectivos, la mayor parte conmocionados aún por la crisis. Yolanda Sanders, quien había estado atrapada en el lugar durante cinco días, tuvo que pasar entre cadáveres para llegar a los vehículos. "Cualquier lugar es mejor que éste", dijo.
En las cercanías estaba el cadáver de una mujer, tendido en una silla de ruedas en las escaleras de acceso. Otro cadáver, de un hombre, estaba cubierto con una tela negra, con un hilo de sangre seca que llegaba a un colador.
La escena dantesca en esta otrora vibrante ciudad cobró proporciones apocalípticas con inundaciones, saqueos, violaciones e incendios provocados, para luego dejar la urbe como una tumba silenciosa, con unas pocas personas dando tumbos en las calles, mientras escuadras de paramédicos empiezan a recolectar cadáveres.
Tomará mucho tiempo el determinar el número exacto de muertos, en tanto se siguen encontrando sobrevivientes en tejados y rutas.
Miles de personas fueron notificadas anteanoche que deberían abandonar el Centro de Convenciones de la ciudad, donde las heces y la orina impregnaban los pasillos y donde hasta 22 cadáveres fueron colocados en una morgue improvisada.
Todavía no había atención médica para los evacuados en el centro de convenciones, que desesperadamente esperaban por un ómnibus que los sacara de la ciudad.
"Hay violaciones en el lugar. Las mujeres no pueden ir al baño sin ser acompañadas por un hombre. Las violan y las degüellan. Nos siguen diciendo que los colectivos van a llegar pero nunca llegan", dijo Africa Brumfield, de 32 años.
La miseria y la destrucción, combinada con la ola de saqueos, presentaba una imagen horrible de muerte y desolación en el país más rico y poderoso del planeta.
Una estela de críticas se extendía en Estados Unidos y en el exterior por la lenta respuesta del gobierno del presidente Bush a una de las peores catástrofes naturales en el país.
La mayoría de las víctimas de Katrina fueron los pobres y los negros que no pudieron evacuar el área cuando se acercaba la tormenta, una tragedia que ha subrayado las amplias diferencias raciales en Estados Unidos.
Bush prometió ayer que se harían ajustes para compensar el fracaso en los esfuerzos de emergencia.
"Donde no funcione nuestra respuesta, la haremos funcionar. Donde funcione nuestra respuesta duplicaremos los esfuerzos", dijo. "Esta semana todos hemos sido humildes por el sorprendente poder de la madre naturaleza", sorprendió Bush.
Peligro en la oscuridad
Aunque las tropas militares y la Guardia Nacional establecían el control en Nueva Orleáns y se esforzaban en desarmar y sacar de las calles a las pandillas, la gobernadora Kathleen Blanco advirtió que la ciudad aún no era segura.
"Todavía hay algún peligro porque la electricidad aún no se ha restablecido y las noches son oscuras", dijo. "Tenemos mucho por hacer antes de estar nuevamente cómodos".
Jim Letten, fiscal de Estados Unidos en Nueva Orleáns, dijo que las autoridades comenzaban a controlar la situación tras el caos de los últimos cinco días y que actuará la justicia.
Los precios de la gasolina superaron los 3 dólares el galón en muchas partes de Estados Unidos después de que los intensos vientos de Katrina cerraron ocho refinerías y recortaron la producción en otras. (AP y Reuters)
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Evacuados en Nueva Orleáns.
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