Año CXXXVIII Nº 48791
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Día de la bandera 20/06
Turismo 19/06
Mujer 19/06
Economía 19/06
Señales 19/06
Educación 18/06
Salud 15/06
Autos 15/06

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 26 de junio de 2005  
Convicción temprana de un novelista

Gladys Onega

Conocí a Saer en los años de 1958 y 1959 en Santa Fe, lo veía después esporádicamente cuando venía a Rosario a encontrarse con sus amigos del ámbito preferencial de la Facultad de Filosofía y Letras (hoy Humanidades) en los cafés adyacentes. O, tal vez, debería llamarlos adjuntos. Pero mis recuerdos más preciosos como futura lectora que llegaría a ser son los de Santa Fe.

Fue un tiempo histórico privilegiado para la democracia, la educación y la cultura de la provincia, apenas un intervalo constitucional durante la gobernación de Carlos Sylvestre Begnis. Menudeaban las visitas de Saer para meter notas en el diario y como amigo a las oficinas del ministerio correspondiente, cuyo equipo integrábamos profesores, artistas e intelectuales entre los cuales estaban Ramón Alcalde, Paco Urondo, Jorge Vila Ortiz, Eduardo Serón, Julio Gárgano, Aldo Oliva y yo como secretaria.

Aunque Saer publicó "En la zona" en 1960, recuerdo con nitidez los temas que atañían a su condición de escritor, razón por la cual hablaba con una seguridad y convicción extraordinarias de los cuentos, de los temas y paisajes y enunciaba los títulos de unos ya terminados y de otros en barbecho. Con la misma certeza afirmaba su plan de escribir novelas. "Estos cuentos son solo un primer libro de un plan de libros que serán novelas. Yo seré un novelista". Palabras más o menos eran esas con las que anunciaba la empresa a la que se sabía llamado y que podrían haber sido tomadas por las afirmaciones esperanzadas pero fantasiosas de un artista adolescente. Esa actitud desafiante se balanceaba y fundamentaba con la convicción profunda de que para llegar a eso tendría que trabajar de manera ímproba y constante, lo que borraba cualquier fantasía romántica sobre su destino de escritor.

Un tema para él ineludible del oficio de narrador, que no se cansaba de exponer y discutir, era que el elemento fundamental de un relato es el tiempo de duración porque de él dependerá el tempo de la escritura, estaba seguro de que ese era uno de los principios o reglas a los que ajustaría la suya. Esta vocación temprana es más propia de poetas que de novelistas. Los años y los libros que van desde los momentos augurales de aquellas charlas y este momento de su muerte me permiten, como única experiencia de este tipo en mi vida, haber visto cumplido en un escritor que lo que Saer imaginaba cuando era muy joven se le dio. Y se nos dio a nosotros, sus lectores, que gozamos de sus novelas y la escritura con los verbos, sustantivos y adjetivos irreemplazables que encajan unos con otros de manera perfecta y que cuando alguna de esas partes de la oración falta, las que él sí escoge es porque son necesarias, únicas, imprescindibles en cada título, en cada capítulo, en cada párrafo, en cada oración de su obra.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Notas Relacionadas
Memoria de Juan José Saer


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados