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domingo,
26 de
junio de
2005 |
[Homenaje] - Dos evocaciones del gran escritor fallecido en Párís
Memoria de Juan José Saer
Noemí Ulla
Con Juani Saer nos conocimos en la Facultad de Filosofía y Letras de Rosario. Cuando lo vi por primera vez ya sabíamos los del grupo de amigos, tal vez por Aldo Oliva, que había llegado a Rosario un santafesino muy lector, que escribía cuentos. Mientras él estaba leyendo, sentado en una de las escaleras que lleva a las aulas, yo subía camino al Instituto de Letras, que quedaba en el primer piso. Se dirigió a mí diciéndome que pensaba seguir la carrera de Letras, y hablamos sobre algunas materias. En la manera de abordarme, de forma tan directa, supe que se trataba de aquel muchacho al que había hecho referencia Aldo. Le dije que era santafesina y que también, escribía. Me cautivó el apasionamiento con el que hablaba de literatura. La personalidad de Juani surgía de sus grandes y vivaces ojos negros que observaban todo lo que sucedía a su alrededor con inquietud, con ansiedad, con la mirada curiosa del escritor que selecciona críticamente lo que ve. En seguida nos hicimos amigos y frecuentó un tiempito el Instituto de Letras donde Hebe Monges y yo trabajábamos entonces.
En las mesas del legendario restaurante Ehret más de una vez Aldo Oliva, Rafael Ielpi, Daniel Wagner, Carlos Saltzmann, Alberto Brescó entre otros, esperábamos a que Juani bajara de Santa Fe a reunirse con nosotros, donde no sólo hablábamos de literatura y filosofía, leía Aldo en voz alta un poema de Borges, César Vallejo o Baudelaire, sino que también discutíamos, a veces de manera violenta y terrible, aunque las más de las veces todo terminaba con alguna humorada.
Creo que por entonces Juani publicó el cuento "Solas" causando tal escándalo y revuelo que lo llevó a apartarse del diario donde trabajaba. Años más tarde, cuando en 1967 Galerna editó "Unidad de lugar", me pareció que con el cuento "Sombras sobre vidrio esmerilado" Juani había llegado al mejor estilo de sus narraciones de entonces. Le escribí desde Rosario una carta entusiasta y él tuvo un gesto tan emotivo y generoso que no podré olvidar. No esperó a contestarme, tomó el ómnibus que lo llevaría de Santa Fe a Rosario y fue directamente a casa a agradecer mis opiniones. Estaba radiante y fue un momento muy intenso de nuestra amistad.
El mismo año de 1969 que Juani y la también querida amiga Bibí Castellaro, su primera esposa, partían hacia París, yo elegía vivir en Buenos Aires. Cuando se publicó "La mayor" casi no se lo conocía en esa ciudad y tuve el placer de comentar el libro en el diario La Opinión, en 1978. En uno de sus viajes a nuestro país conocí a la encantadora Laurence, su segunda esposa, y comencé a enviar a Juani los libros míos que iban apareciendo.
Cuando recibió la novela "Urdimbre" me escribió una carta desde París (fechada el 29 de marzo de 1982) que era un homenaje a todo lo que habíamos hablado y discutido en nuestro grupo en otro tiempo, cuando nos encontrábamos en Rosario o en su cálida casa de Colastiné en los años sesenta y que en nombre de esa amistad tan entrañable y fecunda, me permito transcribir estas líneas: "En el tuyo (se refería a «Urdimbre») encontré el rigor y las imágenes que venimos tratando de compartir entre unos pocos desde hace tantos años. La limpieza de tu prosa, utilizada para hablar de cosas que son, en definitiva, casi indecibles, crea una tensión que no decae del principio al fin".
Juani estaba hecho del vigor especial que trasmiten sus libros y su mirada inteligente, su sonrisa fácil, abierta, a veces irónica, acompañaban una voz agradable con palabras tan prontas a la burla y al humor como a festejar con énfasis a sus escritores más queridos. Por él, por la pasión con que comentó "El silenciero" en los años sesenta, descubrí a Antonio Di Benedetto. Creo que la última vez que hablé con Juani fue en Avignon, en cuya Universidad la escritora Michèle Ramond dictaba un seminario sobre mi libro de cuentos "El cerco del deseo" y Milagros Ezquerro organizaba un coloquio internacional en homenaje a Saer. Fue Juan José Saer, nuestro Juani, un escritor indiscutible, merecidamente reconocido y un amigo muy querido al que me hubiera gustado abrazar en esta primavera.
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Fotos
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Juan José Saer. En una de sus visitas al país.
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