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 domingo, 26 de junio de 2005  
[Aniversario]
Jean-Paul Sartre: la polémica no termina
En el centenario de su nacimiento, nuevos estudios, muestras y debates ponen en escena a un intelectual que concitó tanta admiración como controversia

Sabine Glaubitz

Jean-Paul Sartre luchaba contra el colonialismo, la guerra de Argelia y los valores burgueses. Al mismo tiempo, defendía a Stalin, Castro, Pol Pot y la Fracción del Ejército Rojo. Ese compromiso político repleto de tensiones convirtió al escritor y filósofo francés en uno de los intelectuales más significativos, más admirados y al mismo tiempo más controvertidos y odiados del siglo XX.

En el centésimo aniversario de su nacimiento, que se cumplió el pasado martes, Sartre sigue originando en Francia mucho interés y debates apasionados. Más de quince coloquios y la misma cantidad de libros y estudios se ocupan del enigmático hombre, que hizo del existencialismo una moda en Francia y que junto con su compañera sentimental y defensora de los derechos de la mujer Simone de Beauvoir se convirtió en un mito.

"Sartre: De la náusea al compromiso", "Sartre: Un retrato sin tabúes" o "Pasión Sartre: La invención de la libertad" son los títulos de algunas de las publicaciones recientes que intentan analizar el "caso Sartre", veinticinco años después de su muerte el 15 de abril de 1980, sin simpatía ciega ni sarcasmo odioso.

El resultado son retrospectivas y resúmenes, en gran parte detallados y ricamente ilustrados, que, sin embargo, sólo se acercan un poco al "misterio Sartre".

Así, Sartre, que consideraba la escritura una forma de acción y al mismo tiempo decía: "No estoy atado a nada de lo que he escrito", sigue siendo un fenómeno que considera al hombre condenado a la libertad, que debe encontrar por su propia cuenta el sentido a su existencia. Una filosofía que convirtió a Sartre en un intelectual que identificaba su propia causa con la del pueblo.

Sartre sufrió mucho por su fealdad. Cuando tenía 12 años sus compañeros de colegio le organizaron una cita con la chica más guapa de La Rochelle -Sartre fue criado por sus abuelos en la ciudad portuaria del Golfo de Vizcaya- y ésta se burló de sus ojos. Esa experiencia hizo que se refugiara en el mundo de los libros.

"Comencé mi vida como posiblemente la finalicé: entre libros", dijo Sartre, que primero se convirtió en profesor de escuela secundaria en Le Havre, hasta que aceptó una beca en Berlín, donde estudió a Husserl y Heidegger. Como futuro escritor, regresó de Berlín con un ensayo brillante y único.

La novela publicada en 1938, "La náusea", en la que Sartre describe cómo el desprecio ante lo absurdo de la existencia lleva a la libertad, lo hizo famoso de la noche a la mañana.

Cuatro años después, le siguió la obra de orientación ontológica "El ser y la nada", en la que vincula valores de orientación individual con la filosofía existencial.

La lista de publicaciones, entre las que también figuran "El existencialismo es un humanismo", "Crítica de la razón dialéctica" y "El idiota de la familia", es larga, porque Sartre era uno de los escritores y filósofos que más producían en esa época.

Sartre escribía, estimulado por cigarrillos, alcohol y anfetaminas, entre seis y ocho horas diarias. Sus novelas, ensayos, obras de teatro y dos guiones de cine eran leídos y editados por su compañera Simone de Beauvoir.

Conoció a la autora de "El segundo sexo" cuando estudiaban. Ambos renunciaron a convertirse en una pareja de acuerdo a las normas burguesas y mantenían otras relaciones, que luego se contaban el uno al otro. Este tipo de vínculo fue un modelo para los intelectuales de la época.

Cuando Sartre, que quería ser "Spinoza y Stendhal al mismo tiempo" y que había rechazado el Premio Nobel de Literatura en 1964, murió a los 74 años, ciego y completamente agotado, unas 50.000 personas honraron sus restos. Pero el homenaje continúa en la experiencia siempre fascinante de leer sus textos.
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Retrato. Jean-Paul Sartre, fotografiado por otro francés célebre: Henri Cartier Bresson.

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