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domingo,
26 de
junio de
2005 |
Empate heroico y ascenso histórico del equipo de barrio Ludueña
Rodolfo Parody / Ovación
Emocionante hasta las lágrimas. Infartante hasta la agonía. Nadie lo esperaba y Tiro Federal sacó el zarpazo mortal para subir a primera. Sí, para meterse entre los grandes del fútbol argentino, con ese gol de Gordillo que entró en la historia. Quedaban apenas cinco minutos y el silencio de los 25 mil jujeños lo decía todo. Sabían que el desenlace de la revancha por la final del ascenso ya estaba y el empate no se modificaría más. Entonces sí, los Tigres desataron el grito alocado que se escuchó en todo el país. Sintieron en carne propia lo que es tocar el cielo con las manos, llenos de satisfacción por haber superado la batalla más difícil y de mayor trascendencia de su historia. Fue el premio a la valentía, orgullo y a no claudicar en su estilo de juego, para ocupar a partir de ahora el sitio exclusivo de los elegidos.
A esta altura, se evacuó el gran interrogante acerca de si la conquista de Yacuzzi en la final de ida para la victoria tirolense por 1 a 0 había sido escasa. Vaya que sirvió ese gol. Significó el gran paso para lo que vendría después. Que se asemejó demasiado a lo ocurrido en el Coloso en cuanto al juego deslucido. Lo único que varió fue el resultado final. Es que no se dieron un centímetro de ventaja, se disputó a muerte y pocas veces se arrimaron con peligro. Eso sí, había tanto en juego que las emociones se incrementaron al máximo.
Gimnasia no salió con ferocidad para desnivelar, seguramente preocupado por alguna contra que fuera su certificado de defunción. Buscó siempre por elevación y chocó con la seguridad y el orden de Tiro. Los de Ludueña tampoco gravitaban en ofensiva. Y así transcurrieron los minutos.
La final no ofrecía vistosidad y sí una entrega absoluta. Por eso pareció de otro partido la volea sensacional de Villalba desde afuera del área, al recoger un rechazo, que dejó estático a Del Vecchio. Demasiado hermoso para un partido poco atractivo.
Era el momento de que el Lobo se hiciera fuerte y tumbara al Tigre. Nada de eso ocurrió. Al contrario. Tiro dominó, tibiamente y sin inquietar, pero controló las acciones. Entonces, Bianco dejó en claro sus intenciones. Sacó a un volante de marca, Teres, y puso a un delantero, Vacaría. Se la jugaba todo a ganador. O al empate, que era lo mismo porque le daba el ascenso tan ansiado.
Faltaba poco y era tan anodino el epílogo que todos aguardaban el alargue. Pero no fue necesario. Saad corajeó en el área, Gordillo la capturó y su remate se desvió en Berza para entrar mansamente junto al palo. Solamente se escuchó el festejo de los jugadores de Tiro y del cuerpo técnico.
Lo que faltaba fue una demostración de la entereza para sacar pecho y apretar con uñas y dientes el empate de la consagración. Hubo algún que otro susto, para que la angustia incremente la euforia del epílogo. Esa que estalló con el final. Ahí sí, hubo abrazos, lágrimas y gritos. La mejor postal fue el aplauso de los jujeños, mientras los jugadores hacían una ronda en el centro de la cancha. Era un reconocimiento justo. Porque Tiro jamás apeló a las artimañas para conseguir el objetivo.
No queda otra que pellizcarse y entender que no se trata de una broma del inconsciente. Es real. Tiro Federal llegó a primera. Tuvo ambición, deslumbró cuando pudo y cuando no, como ocurrió en ambas finales, mostró amor propio. Quiso ser grande y conoció la gloria. Se lo tiene merecido.
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