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 domingo, 26 de junio de 2005  
El ascenso del equipo de Ludueña desató el carnaval en Rosario

Lucas Vitantonio / Ovación

Alentaron, sufrieron y festejaron. El gol del Mono Gordillo sobre el final del partido en Jujuy desató el carnaval del pueblo tirolense. Los cientos de hinchas que colmaron la flamante sede céntrica del club de barrio Ludueña para ver el encuentro en pantalla gigante explotaron de alegría ante la conquista que igualó la revancha y decretó el pasaporte de los Tigres a la máxima categoría del fútbol argentino.

La tarde gris y lluviosa del sábado rosarino, tuvo en la esquina de San Lorenzo y Maipú un oasis de color, pasión y algarabía. En el búnker elegido por los hinchas de Tiro Federal la final se vivió de manera intensa, conmovedora, apasionada. Parecía un miniestadio: los gritos reprobaban los fallos adversos del árbitro, las uñas se hundían en la boca en cada córner en contra, los suspiros se repetían cada vez que la pelota cruzaba el área rosarina y los aplausos alentaban los ataques tirolenses.

Cuando el árbitro decretó el final del primer tiempo la gente se tranquilizó. Los quince minutos sirvieron para compartir facturas, alguna porción de torta casera y un vaso de gaseosa.

La pelota volvió a rodar en el norte del país y llegó la imagen que nadie quería ver. El golazo impresionante de Villalba paralizó los corazones tirolenses y más de uno hundió su cabeza entre las palmas de las manos para no ver la reiteración de la jugada.

Luego volvió el aliento a la distancia para el equipo que ahora debía ir por el milagro. Y casi al final, como en toda hazaña que se precie de tal, llegó el desahogo, la locura. Tiro empató el partido y este mismo año se dará el lujo de enfrentar a Central, Newell's, River y Boca.

Ni bien el árbitro decretó el final la gente ganó la calle y bailó bajo la lluvia. Sonaron bombas de estruendo y todos los automovilistas se sumaron al carnaval haciendo sonar las bocinas. La ciudad entera esbozó una sonrisa con el ascenso de Tiro.

Después los hinchas se desplazaron al Monumento a la Bandera. Era emocionante ver a niños de no más de 8 años bailar con la bandera del Tigre en la mano, bajo la llovizna persistente y entonando la música más linda que tiene el fútbol: "Dale campeón, dale campeón".

Fue un sábado que quedará en la historia del fútbol rosarino, una tarde inolvidable para los hinchas de Tiro. Esos gritos desaforados, esos abrazos interminables, esas lágrimas emocionantes, tal vez resumían el esfuerzo de todo el pueblo tirolense para desembarcar en la máxima categoría.
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