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 domingo, 26 de junio de 2005  
Llega una "nueva fuerza", autoritaria y populista y con una agenda social

Teherán. - La capital, Teherán, se encuentra bajo los efectos de un shock. Después de que incluso la política reformista del presidente Mohammad Jatami pasara a funcionar a fuego lento, todos pensaban que los electores del nuevo presidente exigirían aún más reformas y democracia y la apertura hacia Occidente. Sin embargo, el electo islamita de línea dura, Mahmud Ahmadinehad, defiende muchas cosas, pero no precisamente la reforma y la democracia. Los analistas ven el triunfo de Ahmadinehad como el surgimiento de una "nueva fuerza", muy conservadora y religiosa, pero a la vez con una marcada preocupación social.

"La gente quiere pan, no reformas", decía Hassan, un trabajador en el bar de un hospital de Teherán. "Es difícil imaginarse que los niños sólo conozcan el aspecto de la carne pero no su sabor". Por ello, Hassan votó por Ahmadinehad, al igual que otros 17 millones de iraníes.

"La situación económica en Irán ha sido descuidada totalmente en los últimos años", decía un politólogo ayer en Teherán. El gobierno se ha centrado demasiado en el Gran Satán (por Estados Unidos), en los sionistas (Israel) y en los palestinos. La gente estaba tan harta de la continua lucha política por el poder entre reformistas y conservadores, que ambas filas han registrado un hundimiento político, consideró.

Según los expertos, ahora domina una "tercera fuerza", que desde el punto de vista político sigue un rumbo ultraconservador, pero que sitúa en primer lugar la igualdad social en todo el país, y no sólo en la capital, Teherán. "Ahmadinehad es ahora el líder de la tercera fuerza", afirma el politólogo respecto al "Robin Hood" islámico.


Horror y ganas de emigrar
Sin embargo, la sociedad de Teherán, moderna y con simpatías hacia Occidente, está horrorizada. "Ahora abriré los ojos y ustedes me dirán que no es verdad", dice Mastaneh, una enfermera de 28 años de Teherán. Imágenes de condiciones similares a las del régimen talibán rondan por las mentes de la gente en esta metrópolis de 13 millones de habitantes: mujeres en burka, hombres con barba. Esto último no es una fantasía: como alcalde de Teherán, Ahmadinehad ordenó la obligatoriedad de portarla a los empleados municipales.

"Esta mañana hablé con mi marido. Emigraremos a Dubai. Quiero y puedo renunciar perfectamente a los talibán y al comunismo islamita", decía ayer la periodista Farinaz. Casi cinco millones de persas han emigrado desde la revolución islámica. No hay que descartar -según muchos observadores- una segunda ola de emigración y una fuga de talentos.

Claro que los partidarios de Ahmadinehad miran hacia el futuro con gran optimismo. "Ya fue mi profesor en la Universidad Técnica (de Elmo Sanat, en Teherán), es un hombre con grandes visiones, pero también de principios firmes", dice su portavoz, Kaweh Eshtehardi. A través de valores religiosos, el nuevo presidente convertirá Irán en un modelo de país islámico. "Eso también lo quería Jatami, pero en esto salió Ahmadinehad", decía un taxista en Teherán. (DPA)
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