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 sábado, 25 de junio de 2005  
Editorial
Gardel, ejemplo para los argentinos

Los setenta años de la muerte de quien se erigió en el mito popular del país por excelencia dieron ocasión a múltiples y justificados homenajes. Genio y figura, existe sin embargo una faceta del gran cantor que pocos valoran en la necesaria medida: su enorme contracción al trabajo.

Ayer se cumplieron siete décadas de la desaparición física del que tal vez sea el mayor mito engendrado por los argentinos. Carlos Gardel fue el hombre que le puso voz a uno de los géneros populares más bellos y profundos que haya alumbrado la historia de la música: el tango canción. Y lo hizo de manera inigualable, a tal punto que se sitúa como irrepetible paradigma. Ubicada en un pasado que muchos aún contemplan como idílico -dista de serlo-, su figura posee resonancias múltiples en el imaginario de la Nación, aunque son pocos quienes recuerdan que su talento tuvo como plataforma un profesionalismo sin fisuras y una inigualable capacidad de trabajo.

Dos afectuosos y antitéticos sobrenombres definen, de forma acaso paradojal, la devoción que supo despertar en su pueblo el cantor cuya cuna aún disputan enfervorizadamente una ciudad francesa y otra uruguaya: la Voz y el Mudo, así le decía la gente. En ambos casos, uno de modo admirativo y el otro de manera humorística, queda expresado de modo fehaciente la noción de excepcionalidad que su presencia despertaba. Su trágica muerte en un accidente aéreo en la ciudad colombiana de Medellín no hizo más que reforzar la idolatría.

Pero detrás del color dorado de la leyenda se encontraba un hombre que trabajó duro para conseguir su objetivo: Gardel era un profesional ejemplar, que no en vano triunfó en Europa y en los siempre exigentes Estados Unidos.

Su nombre ha quedado asociado para siempre al tango, esa música intensa y melancólica que desde los "peringundines" porteños, rosarinos y montevideanos se proyectó con orgullo hacia todo el globo. Y para los argentinos, la mágica intocabilidad emanada de su imagen debería tal vez adquirir un nuevo significado. Es que el gran intérprete y compositor no se gestó a sí mismo en base a la improvisación, ni sus logros se plasmaron inmediata ni espontáneamente: Gardel es fruto del esfuerzo, que sumado a su natural inspiración dio un resultado insuperable.

Lo mejor de un país está resumido en su arte sublime, nacido en la calle. Cada día cantará mejor, y cada día seguirá cantando.
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