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 sábado, 25 de junio de 2005  
Libros de historia y tapas de diarios

Juan Carlos Millet (*)

Elisa Carrió hace política para los titulares de los diarios. No para la historia. Corresponde mencionarlo no porque resulte una novedad, sino para explicar por qué es capaz de ocupar un reportaje con graves denuncias contra personas que no nombra ni identifica y que supuestamente habrían hecho algo. Y aunque ella se cuide de decir exactamente qué, parece que fue algo malo. Es más: no da los nombres de los acusados, pero se sabe que no son del ARI, por lo que entonces, sí podemos deducir que hicieron algo propio de la vieja política y/o algo propio de la corrupción. Así es como hace ella su campaña electoral. Campaña que formal y legalmente debería ser para resultar electa legisladora de la ciudad de Buenos Aires, aunque ella aclara, por si alguien no había entendido, que en realidad, es para ser elegida presidenta de la Nación.

Montada sobre su capacidad para denunciar, Carrió armó un movimiento para terminar con las viejas prácticas de la partidocracia. Pero muchos de los radicales a quienes convocó volvieron espantados de ver el más absoluto personalismo para decidir hoy una política y mañana la contraria; el maniqueísmo para defenestrar a los que disienten; el autoritarismo para designar a dedo a los preferidos. Por lo menos en la UCR todavía existe una instancia democrática, en la que las alianzas y las candidaturas se discuten entre todos y donde todas las opiniones se hacen públicas y transparentes. En el ARI no hay disenso porque a nadie se le permite disentir con Carrió. Y con esa tranquilidad se puede ocupar de cualquier cosa. Tanto que siendo postulante a legisladora en Buenos Aires, como en realidad es, vino a Santa Fe como candidata a presidenta de todos los argentinos a derramar sus bendiciones y denuncias como parte de una retorcida campaña electoral descentrada del tiempo y el espacio.

Está claro que el procedimiento en el radicalismo santafesino es mucho más democrático con todas las dificultades que ello implica. Aquí cualquiera puede decir (como lo hizo) su opinión, legítima o no, honesta o malintencionada, pero todos están autorizados a expresarse. Carrió lo sabe, y trata de evitar que, comparando, se ponga en evidencia su propio autoritarismo. Entonces acusa. Nos acusa a los radicales. No da nombres ni precisiones, pero acusa porque es su manera de hacer política. Dice que en la UCR de Santa Fe los precandidatos para una interna se decidieron mediante el soborno. En otras palabras, dice que se sobornó a un número indeterminado de miembros de la convención radical, un cuerpo colegiado integrado por un montón de gente, para que designe un par de nombres en una lista que ni siquiera es la única, y que debe todavía someterse a una elección abierta para toda la ciudadanía independiente, antes de ser definitivamente considerados candidatos de una lista compartida con otra organización política.

Hablar de soborno contra tantas garantías democráticas carece totalmente de sentido común. La situación sería otra si en vez de reunir a un montón de militantes con años de actuación política y social en sus respectivos distritos, la designación de los candidatos para las listas de la provincia se pudieran hacer a dedo y a la distancia. Sin poner, como se dice en la UCR, "la cara frente a los afiliados". A falta de una campaña mejor, a Elisa Carrió le parece que se puede salir a decir que es corrupto el ámbito que debatió y designó nuestros precandidatos. Mientras tanto, ella anuncia que ya es candidata a presidenta en una elección para la que todavía faltan más de dos años y no lo charló con nadie. Cualquiera que tuviera la falta de escrúpulos suficientes como para adoptar su estrategia electoral inmediatamente se preguntaría: ¿y ella a quién sobornó? En la UCR hubo voces que manifestaron su desacuerdo con las candidaturas. ¿Y en el ARI? ¿Dónde están los que disienten? ¿Por qué no los dejan expresarse como en otras organizaciones políticas?. Claro, todavía faltan más de dos años y a lo mejor aparecen el año que viene, cuando sea realmente pertinente. Hablar de candidaturas presidenciales ahora no tiene sentido. Aun así, cualquier inescrupuloso con ganas de salir en los diarios, podría montar una campaña "a lo Carrió" y fijarse en los candidatos del ARI para esta elección. Para la que sí se hace ahora y aquí. Fácilmente podría sembrar suspicacias sugiriendo por ejemplo, que "alguno o algunos" podría o podrían haber sobornado a "alguien" para ir en las listas. Pero ¿a quién? Porque en el partido de Carrió no se conoce ningún debate público ni otra persona que no sea ella tomando las decisiones. En el ARI, donde no hay democracia interna, sin una convención por testigo, la corrupción es posible incluso mediante la simple obsecuencia.

Los radicales partimos de la base de que la unanimidad no existe sin la ayuda del autoritarismo. Para nosotros la democracia interna es un valor superior. Eso nos trae algunos problemas. Muchos se impacientan con la UCR porque no acallamos ni eliminamos el disenso entre nosotros. Otros se aprovechan y abaratan sus campañas electorales tirándonos con denuncias que, a un costo bajísimo, los mantienen en los medios por más tiempo del que estarían si fuera por su representatividad o sus propuestas. Nosotros creemos en la democracia interna y si bien eso nos hace vulnerables, también es lo que nos mantiene vivos.

La concepción democrática es algo que al radicalismo le ha permitido hacer grandes aportes en la historia del país. Muchos de los más grandes logros de la sociedad argentina fueron llevados adelante por gobiernos radicales que, sin embargo, padecieron todo tipo de críticas de los diarios de su época. Así ocurrió con la defensa de los derechos civiles y sociales a principios del siglo veinte durante los gobiernos de Yrigoyen e incluso de Alvear. Otro tanto con la honestidad y la rectitud del gobierno de Arturo Illia. Y también, con el juicio a las dictaduras dispuesto entre las primeras medidas de gobierno de la presidencia de Alfonsín. Juicio, por otra parte, que fue único en toda América latina y en el mundo, aun cuando el poder militar y la presión de los sectores más reaccionarios forzaron luego las leyes del perdón. Como decía un antiguo correligionario, "los radicales somos más fotogénicos en los libros de historia que en las tapas de los diarios". No es casual que Carrió se haya ido de la UCR. Porque mientras ella hace política para las tapas de los diarios, en los libros de historia van a quedar registrados sus zigzagueos ideológicos, sus coqueteos con la derecha y el pragmatismo que tan poco aporte hacen a la democracia argentina.

(*)Presidente del bloque de diputados provinciales de la Unión Cívica Radical
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