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 sábado, 25 de junio de 2005  
La euforia del odio

Luego de observar las manifestaciones circenses en torno de la determinación de la Corte sobre leyes impúdicas dictadas por una democracia irresponsable y flácida para ocultar deliberadamente la verdad de los 70, me da la sensación que el frenesí criminal de los terroristas de entonces resulta riesgosamente genético. Los militares fueron condenados por su nefasta interrupción del orden constitucional, ninguno por habérsele comprobado un acto criminal. La condena proviene de la bullanga estrepitosa que los Bonaso y Verbistky, con una increíble inserción en los medios de información pretenden instalar en la población, obviamente silenciando los secuestros, torturas y muertes de sus propios compañeros de ruta y el compromiso que ellos tuvieron con esos hechos de lesa humanidad. Digamos de una vez y para siempre la verdad: los delincuentes terroristas, sus descendientes, sobrevivientes y simpatizantes deben hacerse cargo de los centenares de crímenes aberrantes cometidos por los soldados de Firmenich, Perdía y Vaca Narvaja, los militares deben responsabilizarse por las maniobras operacionales que aniquilaron al terrorismo, los políticos por haber ordenado las operaciones militares y los que hablan ahora por haber callado antes. Madres hay de ambos lados, dolor y resignación de unas, odio y avidez de venganza de otras.

Oscar José Paredes, LE 7.800.424
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