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sábado,
21 de
mayo de
2005 |
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Charlas en el Café del Bajo
-Dos temitas hoy. Uno vinculado con el periodismo, otro con el Lole Reutemann.
-¿No me diga que va a dar a conocer una lista de candidatos a diputados nacionales integrada por periodistas?
-No, no. Esa lista la daré a conocer el lunes. Es decir pasado mañana. Ese día lanzo la lista de candidatos integrada puramente por periodistas. Le aseguro que arrasa con todo. Adios Bielsa, adiós Binner, pierden todos con esa grilla. El lunes no se lo pierda al tema. Pero ahora quiero referirme a una cuestión que me tocó de cerca y que toca de cerca a muchos periodistas. Me encuentro con un señor amigo, muy culto, muy erudito y muy inteligente y hablando de bueyes perdidos de pronto me dice: "¡Los diarios ya no se pueden leer más. Y los periodistas de la radio y la televisión ya no tienen ese nivel de antaño!". Entonces creyendo que iba a aludir al contenido, al aspecto temático, me expresé al respecto pero mi amigo me paró en el acto y me dijo: "No, lo digo por los errores de todo tipo, incluso sintácticos de muchos escritos y los trabalenguas en los que se enredan algunos conductores. Esto muestra el "degradé" de conocimientos de esta sociedad".
-¿Y usted qué le respondió a este señorito?
-Salté como un león. Lo primero que dije es que él podía sentarse tranquilamente en su estudio a redactar, disponía de horas, días y hasta meses para corregir sus escritos; disponía de tiempo para hacer consultas y si estaba cansado o estresado podía muy campantemente irse a dormir o bien tirarse en el césped del jardín de su hermosa casa a tomar mate. Un periodista en la redacción de un diario o en una radio o estudio de televisión no puede darse esos lujos. La nota la debe escribir en el momento, de corrido, a veces presionado porque tiene que hacer otra o porque el editor en jefe lo está apurando porque debe cerrar la página. Al periodista radial o televisivo lo apresuran desde controles porque viene la tanda, o porque corre el tiempo. Además, y esto es lo más importante -seguí manifestando- el periodista es un ser humano, vive y tiene angustias y a veces padece sobrecarga de angustias por todo lo que ve y conoce. Es un ser humano muchas veces perturbado emocionalmente por tales problemas y es natural que esté distraído en esos momentos, con su mente no enteramente dirigida a su trabajo de crear para informar. No obstante ello, no puede tirarse en el césped del jardín a reflexionar sobre su carga personal, debe sentarse a escribir, debe situarse frente al micrófono, debe poner su rostro con una sonrisa frente a las cámaras. Y debe hacerlo porque el diario debe salir a la tarde o a la madrugada o porque en cinco minutos está en el aire entregándose a su audiencia.
-Tiene razón, ¿y qué dijo su amigo?
-Cuando abundé en detalles comprendió y se diculpó con los periodistas.
-Bien, ¿cuál era el otro tema?
-El otro tema es que yo también debo disculparme.
-¡Uy! ¿Con quién?
-Con el Lole Reutemann.
-¡Epa! Aclare eso.
-Bueno, mire. He escrito una carta abierta para él. Si alguno de sus amigos la lee por favor que se la lea. La carta es breve y dice así: "Estimado señor senador nacional Carlos Alberto Reutemann: soy un pobre muchacho de barrio (esta frase se me pegó después de escucharla de boca de un ilustre periodista radial hace muchos años) que a la sazón tuvo el tupé de cuestionar ciertas actitudes suyas cuando era gobernador de la provincia de Santa Fe. Como decía con frecuencia Borges, le pido que perdone mi ignorancia. Discúlpeme, porque después de observar detenidamente lo que ocurre en el actual gobierno santafesino y en la misma oposición, una oposición en donde se producen hechos escandalosos, como el de la compra de voluntades, no tengo menos que pedirle que regrese a la provincia y que tome las riendas antes de que sea demasiado tarde. Señor senador: hoy Santa Fe se cae a pedazos y los radicales compran y venden puestos en las listas mientras sus socios miran para otro lado. ¿En manos de quienes estamos o podríamos estar? Vuelva, Lole, y perdóneme".
-¡Uyyyyyyy! Me voy, me voy. Hasta mañana.
Candi II
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