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 miércoles, 11 de mayo de 2005  
Una canción que habla para todos

Héctor Gustavo Pugliese (*)

Recordar y añorar a nuestros insignes antepasados, símbolos y conmemoraciones patrias debería ser un derecho, una obligación, una distinción y un honor para todo argentino que se sienta con ideales en el pecho, que los confirme con el pensamiento fundado y los atesore en lo más profundo de su ser. Cuando viajamos, lejos de la patria, los evocamos con simpatía y entusiasmo. Cuando vemos ondear la celeste y blanca creada en nuestra ciudad u oímos los acordes y estrofas del Himno Nacional Argentino nos atontamos, se nos cae una lágrima o se nos pone la piel de gallina. Acá, en nuestro terruño, nos debería suceder algo equivalente, pero el internacionalismo o americanismo y la globalización, el menoscabo en la difusión del sentir de argentinidad y la falta de recordación de los hechos elementales de nuestra tradición e historia hacen que a veces esto no suceda. Y si a esto le añadimos que por razones "turísticas" se permutan las fechas de los aniversarios y que por motivo de programa no se forme al inicio de las actividades de las escuelas, aunque sólo sea para izar nuestro pabellón, el escenario se confunde aún más.

Sentir a la patria no es exclusividad de ningún signo ideológico, ni de pertenencia a ningún partido político, ni de religión, sexo, profesión o clase social alguna. Sentir a la patria es solamente apego, adhesión, simpatía o apasionamiento por lo nuestro, por nuestras costumbres, hábitos y valores. Valores que pueden ser nacionales, provinciales o universales, religiosos o profanos, de derechas o de izquierdas, justicialistas, radicales, conservadores o socialistas, pero todos ellos dentro de nuestra común unión dada por el documento madre de la Nación, la Constitución de la República Argentina.

El patriotismo, por lógica, es el sentimiento más normal, claro, lúcido y profundo que se pronuncia en todas las acciones que se realizan para el bien de los conciudadanos o compatriotas; en todos los afectos y simpatías tendientes a fortalecer la camaradería y familiaridad entre los habitantes y que revelan respeto a la ley, amor a la justicia, desprendimiento y nobleza, afecto a las costumbres y tradiciones y desapego a los intereses personales o de sector.

El amor a la patria es un sentimiento natural en el hombre. El bienestar espiritual y material del pueblo va firmemente unido a la felicidad y prosperidad de la patria. El amor a nuestro pueblo es la propensión del espíritu a amar a todos sin excepción para no crear una marginación excluyente que impida construir algo nuevo. Es amor hacia nuestra cultura y su historia. Sentir a la patria, insisto, es tener un propósito común y los argentinos lo tenemos. Por ello es que tenemos el deber de honrar en forma permanente a nuestros símbolos. Y recordemos entonces hoy el día de uno de nuestros símbolos: el Himno Nacional.

El 11 de mayo es el Día del Himno Nacional Argentino por ser la fecha probable en que la Asamblea del año 13 lo sanciona como tal. Lo efectivo es que no se conoce exactamente la fecha de aprobación del Himno, como tampoco la del Escudo por parte de la Asamblea General Constituyente del año 1813. Esto se debe a que las Actas de la Asamblea desaparecieron después de la batalla de Caseros, en el año 1852. Tampoco se sabe si fue una creación propia de la Asamblea o si se tomó una usada anteriormente por el Primer Triunvirato. Pero se adopta como fecha el 11 de mayo de 1813. El "Redactor", diario oficial de la Asamblea, tampoco dice nada, pero sí se conoce que el 6 de marzo se le pidió al diputado Vicente López y Planes que "trabajara su canción", quizás para quitar el sentimiento independentista de la obra. López acepta y con la colaboración de Esteban de Luca dan forma final a la obra y el músico Blas Parera le da el ritmo de marcha solicitado. Posteriormente, el 14 de mayo, el secretario de la gobernación de Buenos Aires, Vélez, comunica la letra de la marcha patriótica, "aprobada por decreto soberano del 11 del corriente ...para que se cantase al empezar los espectáculos públicos". El 11 de mayo la Asamblea no sesionó, por ello se aprecia que la norma debe ser del Triunvirato.

El Primer Triunvirato fue el gobierno que, interpretando el sentimiento soberano del pueblo, determinó que debía darles a la población y a sus tropas una canción patriótica. Además de tratar de sustituir la canción de la Sociedad Patriótica, adversaria del gobierno, que se iniciaba con la estrofa "la América toda se conmueve al fin". Por propuesta de Pueyrredón, en un oficio del 22 de julio de 1812 se dirige al Cabildo y le insinúa que buscara poeta y músico a fin de componer la marcha "para entonar el espíritu público" y que debería ser ejecutada y coreada por los niños en las escuelas y al principio de las representaciones teatrales, debiendo el público escucharla de pie y descubierto.

El nombre de nuestra inmortal canción sobrellevó algunos cambios. En 1813 se la conoció como "Marcha Patriótica", después "Canción Patriótica Nacional" y más adelante "Canción Patriótica". En 1847 una partitura la bautizó como "Himno Nacional Argentino", denominación que recibe hasta el presente. Se aprecia que se coreó por vez primera antes del 25 de mayo de 1813, porque el 28 de ese mes se cantó en un teatro, durante la función patriótica consumada esa noche. En 1860 la marcha guerrera y excitante de Parera es arreglada por Juan Pablo Esnaola, quien la transforma en la solemne y venerable que hoy entonamos.

La marcha patriótica de López y Planes durante mucho tiempo fue interpretada de acuerdo con el contenido original, pero al cambiar los sentimientos con la Madre Patria y buscar una real aproximación con España, la canción soportó un cambio formal en las estrofas que se corean, modificación que tiende a quitar lo injurioso o despreciativo, que habían perdido su valor originario, por el desenlace de la lucha por la soberanía del Estado. Por ello el 30 de marzo del año 1900, durante la presidencia del general Julio A. Roca, fue aprobado un decreto refrendado con la firma del presidente de la Nación y de los ministros, Felipe Yofré, Luis M. Campos, José María Rosa, Martín Rivadavia, Martín García Merou y Emilio Civit, que disponía: "Que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta: Artículo 1. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de marzo de 1813".

En la actualidad, el Himno Nacional Argentino que todos registramos como uno de nuestros símbolos patrios es el que nos hermana junto con la bandera y el escudo como una nación libre, independiente y soberana. Que pese a la globalización y a los aires de latinoamericanismo que nos invaden, estos emblemas son las figuras y símbolos de nuestra identidad o argentinidad, que perpetúan los modelos compartidos, los hábitos y tradiciones que nos igualan, las glorias precedentes que nos obligan, la patria que nos abriga y anima la ilusión de lograr aquella excelencia aristotélica. Para que nuestros herederos puedan tener un futuro digno, con trabajo, paz y verdadera democracia.

(*) Coronel de la Nación y

veterano de la guerra de Malvinas
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