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miércoles,
11 de
mayo de
2005 |
La recreación de un texto clásico
con una intérprete memorable
"La señora Macbeth" agotó localidades en dos funciones en el Parque España
Rodolfo Bella / La Capital
La escritora Griselda Gambaro transformó a Lady Macbeth, el sanguinario personaje creado por William Shakespeare, en un personaje con resonancias renovadas. En la obra protagonizada por Cristina Banegas, que se presentó el fin de semana en el teatro del Parque de España, la autora modificó las razones que justifican la conducta de la protagonista y desencadenan el conflicto. El personaje ya no tiene como objetivo únicamente el poder, sino que se muestra como una víctima y cómplice voluntaria de la tragedia.
La perspectiva renovada de Gambaro parte de una Lady Macbeth perturbada por su dependencia afectiva. El amor que siente por Macbeth la incapacita para discernir entre sus sentimientos y la realidad, algo que sin embargo la obliga a luchar entre su conciencia y la fidelidad.
Esa realidad no es otra cosa que la ambición desmesurada de Macbeth. Las revelaciones sobre sus crímenes no significan ninguna evidencia de la brutalidad de su marido. A partir de esa incapacidad, la mujer atraviesa el límite del absurdo para justificar los crímenes. Tanto es así que no es el asesino el que mata, sino la víctima la que se dirige al encuentro con el puñal y, por lo tanto, a su muerte.
Esta lectura de Gambaro se transforma en el aspecto más siniestro de la pieza. La propuesta mantiene las resonancias originales sobre los abusos del poder y las injusticias que engendra. La degradación y la miseria de la señora Macbeth que imaginó Gambaro, encontró en Banegas una intérprete formidable y creativa. La actriz muestra elocuentes recursos expresivos en un trabajo que requiere mostrar una descomposición sutil y sistemática de la conciencia, pero también que la lucidez y el discernimiento sean enmascarados metódicamente de modo de transformar la excusa en una verdad que engendra la locura.
"La señora Macbeth" es un texto de múltiples matices y es inevitable una lectura política sobre el pasado argentino. El abordaje de una tragedia clásica en la que confluyen aspectos sociales y políticos es doblemente efectivo porque la referencia es identificable, pero no está representada con obviedad.
La propuesta se completa con una puesta en escena sobria y de ritmo parejo, excepto hacia el final cuando las brujas agotaron el recurso del tono sibilino. El resultado, que se complementa con una puesta de luces sombría, es una obra que recrea con elegancia una de las peores consecuencias del servilismo y la complicidad, disfrazados de inocencia.
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Fotos
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Cristina Banegas, en una obra que evoca aspectos conocidos de la historia argentina.
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