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miércoles,
11 de
mayo de
2005 |
Se busca un
hombre honesto
Hay algo mucho más grave que la opresión económica y es incuestionablemente la lacerante opresión a la dignidad, que llega a tomar formas crueles cuando se la ejerce desde una concentración de poder político. Sus efectos degradantes socavan todo vestigio de integridad, hasta que ésta queda convertida en jirones. El hombre podrá sobrellevar su abnegación y sus carencias, pero no tolerará la humillación y el menosprecio a su condición humana, relegándolo a una situación de servidumbre. Nadie duda a esta altura de las circunstancias que se ha venido avalando un esquema de desigualdades de preocupantes efectos, y que se han llevado a profundos desequilibrios económicos. Los artífices son aquellos políticos y funcionarios que no hacen de su gestión un apostolado de la ética y la equidad, no se destacan sus méritos sino su voracidad, que es la que les abre las puertas de los recintos parlamentarios. Los años pasan vertiginosamente y a los gobernantes de turno les importa poco o nada mejorar la calidad de vida del pueblo. Los pobres aumentan día a día y son empujados a la miseria. ¿Y la desnutrición infantil?, ¿y la salud y la educación para que las que nunca hay presupuesto?, ¿y los desocupados?, ¿y los jubilados?, ¿y el traje a rayas que prometiera nuestro vehemente presidente? Siempre consideré que la ética era un toque de distinción de la personalidad o mejor aún "un bien de familia", como dijera un profesional de nuestro medio. Nos han engañado tanto...Nos han defraudado tanto... Nos han robado tanto. ¿Cuál es la credibilidad que pretenden políticos y funcionarios? ¿No hay alguien en este país que pueda terminar con tanta corrupción e inmoralidad? ¿Alguien tendrá alguna vez la valentía de aislarse de tanto oprobio para dar paso a ciudadanos aptos moral e intelectualmente? Mientras tanto nos sigue ahogando la mediocridad política en forma intensa, extensa y cada vez con mayor impunidad.
Olga Ponce
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