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 domingo, 17 de abril de 2005  
Una masacre esperable. Murió otro preso y son 14 las víctimas de la peor tragedia carcelaria en la provincia
Las resonancias del horror de la matanza en el relato de testigos
Para los internos hubo venganza, pero con la "vista gorda" de penitenciarios. "Lo hicimos porque los rosarinos se zarpaban", dijo un preso del pabellón 3. "Venían transformados en el diablo", narró otro de un sector evangélico

Ariel Etcheverry / La Capital

"Gente jodida, rastreros y ortivas hay en todos lados. Ahora, por qué fueron a liquidar a los del 11 y a los del 1 habría que preguntárselo a los muchachos del 7". La frase, lanzada a La Capital reja de por medio por un interno de la cárcel de Coronda deja entrever que los códigos de silencio que suelen regir en el lugar difícilmente se rompan. Pero en el mismo sector donde tuvo su epicentro la masacre del lunes ese mismo código se resquebraja y alguien dice: "Lo que pasó es que la gente se cansó de los acomodos. Los rosarinos se zarpaban, robaban, hacían lo que querían y la yuta los dejaba tranquilos".

Intramuros, en el pabellón 3, de donde se sospecha que algunos de sus integrantes tomaron partido en la matanza, apuntaron hacia las víctimas y aclararon: "Lo de Verón, nada que ver". Eduardo Verón tenía 27 años, era santafesino y fue asesinado pocos días antes de la masacre y en principio se creía que podía ser un detonante de venganza. Cuando se les preguntó cuáles creían que habrían sido los motivos del ataque, a uno de los internos se le escapó una repregunta que lo dejó fuera de fuego: "¿Por qué lo hicimos? Y... había bronca porque los rosarinos hacían cualquiera, se zarpaban y actuaban con la protección de la policía. Ellos rastreaban (robar a sus pares) y el Servicio los encubría y les hacían segunda (no los sancionaban). Trabajaban para la policía".

Una idea de lo que fue aquella tarde-noche la dieron también internos del pabellón 9, poblado mayoritariamente por creyentes evangelistas. El galpón está ubicado entre el 7 y el 11. En su paso desaforado, la turba al parecer intentó introducirse allí también, pero se encontró con que los propios presos habían trabado las puertas. "Este lugar tiene la protección de Dios", comentó Juan, uno de sus huéspedes. "Nunca vi algo así. Venían transformados en el diablo, pero se dieron cuenta de que este pabellón es una iglesia, acá habita el Señor".

Muchos deciden hablar, pero por obvias razones prefieren no dar sus nombres ni apodos. La sensación en el penal, que también llegó a oídos de algunos legisladores provinciales, era que lo sucedido el lunes estaba anunciado o al menos se sospechaba que iba a pasar. Después del racconto de muertos también trascendieron versiones de venganzas o ajustes de cuentas entre bandas internas a las que sumaron las de una hipotética "zona liberada" por parte de un sector del Servicio Penitenciario (SP) con un objetivo político.

Lo cierto es que tanto una como otra posibilidad no son antagónicas entre sí. Pueden ser complementarias. Que haya existido o exista una rivalidad entre santafesinos y rosarinos no invalida que una mano del SP haya abierto un par de rejas para echar nafta al fuego.

Los internos del 7, la mayoría oriundos de la capital provincial, se rebelaron el lunes a la tarde. Según la versión oficial, limaron un barrote de la jaula que se antepone entre el lugar donde está apostada la guardia armada y el propio pabellón. Desde allí tomaron como rehén a un empleado del SP. Después salieron en una verdadera horda y comenzaron un raid sangriento que se cobró esa misma noche 13 vidas. La cifra ayer se elevó a 14 al confirmarse el fallecimiento de un hombre que estaba internado en el Hospital Cullen de Santa Fe.

Los asesinados en el 11 fueron Fabián Benítez, Pablo Sergio, José García Itatí, Juan Manuel Ortigoza, Ramón Andrés Valenzuela, Ariel Barreto, Enrique Gómez, Diego Aguirre y Amelio Mercado. Estos dos últimos -no los hermanos Duarte- fueron quemados. Varios quedaron heridos y uno de ellos, Jorge Raúl Yanuzzi, murió recién. Tenía quemaduras en el 80 por ciento de su cuerpo. En el pabellón 1 fueron masacrados los hermanos Ramón Alberto y Sergio Damián Duarte, Cristian Heredia y Juan Ramón Díaz. Los fallecidos tenían entre 21 y 33 años.


Como en el parque
El desplazamiento de varias decenas de presos armados con facas y puñales de fabricación casera por gran parte del penal es materia de investigación. El jaulón de seguridad del 7, al que cualquier penitenciario debe ingresar vigilado de cerca por un compañero, tenía cada barrote en su lugar, según pudo comprobar este diario e incluso miembros de la Coordinadora de Trabajo Carcelario. Nadie explica tampoco cómo los presidiarios pudieron hacer lo que hicieron sin que el grupo de Infantería del SP impidiera o diera la alarma a tiempo como para aislar al resto de la población carcelaria (ver infografía en página 34).

Un preso "viejo" que goza de los beneficios de hacer "conducta" durante años le dijo a La Capital el viernes -mientras los penitenciarios se movilizaban tras la renuncia del director del penal Oscar Daniel Mansilla- que algo como lo del lunes no pudo ocurrir sin que las autoridades reaccionen a tiempo para evitarlo.

"Llama la atención que los del 7 hayan tomado de rehenes a dos celadores no muy bien vistos por los presos y que casi no los lastimaran. Y después que se hayan movido 200 metros sin que nadie pudiera negociar o hacerlos parar", comentó bajo cuerda. El esclarecimiento de la captura de ambos empleados es un desafío crucial en la investigación. La que se ofreció la primera vez desde la conducción de la cárcel, que hablaba de rejas vulneradas desde adentro del pabellón, es tan débil que ya nadie la repite.
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Los internos temen por la suerte de los testigos de los asesinatos.

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