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domingo,
17 de
abril de
2005 |
Una masacre esperable. La prisión en privado y en el tratamiento público
La estrategia del submarino
no se aplicó
Leo Graciarena / La Capital
La noticia de la matanza en la cárcel de Coronda me sorprendió, sobre el final de mis vacaciones, en un epígrafe al pie de la pantalla de un canal de TV. Había visitado la mayor prisión de la provincia tres semanas antes. Las impresiones se condensaron en dos notas publicadas el 20 y 21 de marzo. Fueron entre 7 y 8 horas de trabajo detrás de los muros inaugurados en 1933, que albergaban entonces a 1.399 presos. De ellos sólo 757 tenían condenas firmes y el 70% eran rosarinos.
Nos dedicamos con el reportero gráfico Angel Amaya a recorrer los ámbitos con mayoría rosarina. En principio, quedaba claro que de los catorce pabellones, el 3, el 7 (santafesinos), el 11 y 12 (rosarinos) eran los más complejos. "Hay menos muertos, pero el problema acá es que te acuchillan por cualquier cosa", señalaba un veterano preso rosarino a la voz oficial que pregonaba una disminución de la conflictividad en el penal.
Los internos de Coronda hablaban del aumento de los pabellones "religiosos" (5 norte, 6 y 8) con unos 500 presos evangélicos, donde imperaba el "que Dios te bendiga". También contaban que, como en pocas cárceles, los guardias deambulan con armas dentro del perímetro de seguridad. Además destacaban la juventud de esos guardias que custodiaban a presos de su misma edad o mayores. Y también aludían a la vieja rivalidad entre rosarinos y santafesinos.
Los pabellones difieren en cantidad de celdas e internos. Los más representativos, como el 6, 7, 11 y 12, tienen dos puertas antes de acceder al patio interno del pabellón, las dos con llave. Pasando la primera hay un centinela y detrás de la segunda el patio del pabellón y las celdas.
Pero una vez que se pone un pie en el pasillo la circulación lleva obligatoriamente a un retén de guardias -hay dos o tres como mínimo- que abren una pesada puerta de rejas sólo cuando es necesario. La puerta está con llave o candado y la política en los motines, según contó un guardiacárcel experimentado, es similar a la de un submarino en peligro: "sección inundada se cierra". Sólo así se evita que el conflicto se expanda.
Por eso es difícil imaginar una circulación de internos "duros" -como se sabe que hay en los pabellones de los que salieron los agresores- sin quedar atrapados en alguno de los retenes. Sobre todo, si se piensa en el aumento de la seguridad interior en la cárcel desde el motín cordobés de febrero pasado.
"Lo de los motines es como la gripe. Es por contagio. Todos empiezan a decir «si lo hicieron allá, ¿por qué no lo podemos hacer acá?»", explicaba un interno, mientras otro corregía: "Hoy no es tan fácil hacer un motín. Antes los guardias corrían, pero ahora se te plantan y tiran".
"Cuando llegué a esta cárcel, en el 87, éramos 800 presos en 6 pabellones y no había tanto conflicto", recordaba uno de los internos. Hoy existen en Coronda 14 pabellones. "La prisión es más grande hoy. Y también más insegura", explicó otro. Hasta el martes pasado todos recordaban el motín de marzo de 2003, cuando el 95% de la prisión quedó inutilizada, como el peor de la historia. Ahora la historia dio vuelta otra página. Sólo resta esperar que 14 muertos no terminen siendo apenas una estadística oficial.
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