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domingo,
17 de
abril de
2005 |
Desconfiar de las explicaciones simples
Lo complejo de procesar la información sobre el horror de Coronda es que los relatos chocan y sus portavoces se desacreditan recíprocamente. Si al aturdimiento del espanto se suma la confusión de voces todo se empantana. Para evitar simplificaciones es bueno no pensar a cada parte implicada en el tema -reclusos, guardias, funcionarios públicos- como entidades monolíticas. Porque a cada sector lo componen intereses plurales.
En este o en otros casos no todos los presos dirán la verdad. Pero desacreditar sus planteos porque delinquieron en el pasado -lo que ni siquiera es así en muchos casos- es un disparate. No todos los custodios son lo mismo. Hay sectores mezclados en el tráfico de sustancias prohibidas, en la promoción de peleas entre los reclusos y en el maltrato a las visitas. Y muchos que se esfuerzan en hacer bien su difícil trabajo. En los poderes públicos las visiones de lo ocurrido son, también, diversas y contradictorias.
Por eso marcar que un discurso tiene grabada su veracidad o su falsedad por su procedencia es no sólo un prejuicio. También un desatino.
El 28 de septiembre de 2003 una revuelta que duró más de diez horas y abarcó siete pabellones de Coronda terminó con un muerto y decenas de heridos por la cruenta represión de la guardia. La Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC) elevó un hábeas corpus para los 1.560 internos porque había constatado que los heridos eran más de los doce que aseguraba el Servicio Penitenciario (SP).
Con ese recurso el juez Julio César Costa constató que el SP había mentido. Y ordenó atención médica a los heridos no notificados. Al mismo tiempo su decisión exponía algo confinado muros adentro: el carácter despiadado de la represión interna.
Aunque lo único que siempre es igual es que hay presos muertos, cada ocasión es distinta, cada sector no es unívoco. Por eso intentar establecer si "la verdad" la tienen "los guardias" o "los presos" es una ecuación desaconsejable. La vida en la cárcel, aparte de triste, es muy compleja. Un buen sendero para saber qué pasó es desconfiar de las explicaciones simples.
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