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 sábado, 12 de marzo de 2005  
Avance y riesgos de Internet

Los datos difundidos anteayer en torno del notable incremento experimentado entre los usuarios de banda ancha en el país revelan que aun en el marco de la crisis el auge de la red informática resulta indetenible. A partir de allí sin dudas corresponderá tomar nota, sobre todo en el ámbito educativo, porque las nuevas generaciones han adquirido hábitos por completo distintos a los que se registraban hace muy pocos años, hecho que si no se asimila y acompaña adecuadamente desembocará en el crecimiento de una brecha que ya existe y amenaza con deteriorar códigos sin cuyo aceitado funcionamiento no es posible implementar un proceso de enseñanza eficiente.

La información divulgada por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec) señala que en el período estudiado -diciembre de 2001 al mismo mes de 2004- se registró un ascenso del 17,1 por ciento de accesos residenciales a la web, pero el porcentaje que impresiona es el que refleja los progresos de la banda ancha: un 216,9 por ciento de suba durante los tres años estudiados, que se plasman en un ascenso del 15,3% al 44,1% en la torta del total de abonados. Preocupa, ciertamente, la despareja distribución de que dan cuenta las cifras, dado que dejan en negro sobre blanco la macrocefalia que padece la Argentina, en beneficio de Buenos Aires y en desmedro del interior: ciudad y provincia acaparan más del 70% de los accesos, y desde la Capital Federal se realiza el 58,1% de las conexiones por banda ancha. Todo dicho.

Queda claro, sin embargo, que pese a las tremendas dificultades que padeció la Nación durante gran parte del lapso estudiado el avance tecnológico vinculado con internet no sólo no se detuvo sino que, aun a duras penas, continuó. La consecuencia de ello es la fuerte dependencia que no pocos integrantes de las generaciones más jóvenes poseen hacia la web. Y lamentablemente la flamante adicción no se vincula con los aspectos positivos de internet, cuales son aquellos relacionados con la difusión del conocimiento y la cultura, sino con los más nefastos, hermanados con la distracción vacua o el mero pasatismo: el chat y los juegos.

Entre esos niños -generalmente de buen nivel económico- y sus docentes suelen existir auténticos abismos de percepción y comprensión del universo: muchos de esos maestros apenas saben cómo encender una computadora. Esa brecha es peligrosa y el Estado debería tomar nota de ella. Claro que resulta una utopía pensar en capacitación informática cuando existen necesidades más básicas que no son satisfechas.

Internet no se detiene y crea nuevos estilos de vida. Hay que estar alertas, para potenciar sus virtudes y contrarrestar sus peligros.
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