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 sábado, 12 de marzo de 2005  
Nueve muertos en un asalto con rehenes en Costa Rica

Nueve muertos y once heridos fue el saldo del asalto de un banco con toma de rehenes durante casi 30 horas, ocurrido entre el martes y la noche del miércoles en la ciudad de Santa Elena de Monteverde, en el noroeste de Costa Rica, protagonizado por tres hermanos nicaragüenses, uno de los cuales se suicidó, después de pedirle a la última cautiva que lo matara.

La última rehén liberada tras uno de los hechos violentos más graves ocurridos en Costa Rica reveló detalles de las horas que pasó encerrada en el Banco Nacional junto a un violento delincuente.

"Erly (uno de los delincuentes) me tomó como escudo, me puso al frente y le dijo (al policía) que si se movía, me mataría. Algo en mi corazón me daba paz, le pedí a Dios que me ayudara", relató Elizabeth Artavia en declaraciones publicadas por el diario Extra.

Ella fue la última rehén en salir del Banco Nacional de Santa Elena de Monteverde, a unos 100 kilómetros al noroeste de la capital, luego de que su captor Erly Hurtado se rindiera tras casi 30 horas de terror.

Eso sucedió la noche del miércoles. El martes Hurtado junto a otros hombres, entre ellos sus hermanos Santos y Maryori, todos nicaragüenses, intentaron robar el banco pero el asalto derivó en una toma de rehenes, que dejó nueve muertos: una mujer y tres hombres clientes del banco, dos empleados, dos delincuentes y un oficial de la Unidad de Intervención Especial.

"El me dio el arma y me pedía que le disparara, porque prefería estar muerto que ir a la cárcel 30 años, pero no lo hice... no podía", añadió Artavia, de 31 años y cajera en el banco.

Cuando la crisis se inició, ella se escondió junto a sus compañeros Nancy Ramírez, con más de siete meses de embarazo, y Juan Pablo González.

Hurtado los descubrió. Luego se llevó a González y les dijo a las mujeres que el joven de 27 años se encontraba atendiendo a unos heridos, pero después ella pudo ver a su colega muerto.

Según la joven, el sujeto disparaba constantemente hacia el techo o hacia afuera con un fusil AK-47 y un arma más pequeña. "A veces sacaba la pólvora de los casquillos y se la comía. Decía que eso le quitaba el hambre y la sed", agregó.

Como estaba herido, el sujeto le solicitó que le escribiera una carta. "En ella pedía perdón a Dios y a la esposa... decía que no lloraran por él. Cuando terminé, él la selló con sangre", manifestó Artavia a Al Día.

Luego, en una intervención policial al mediodía del miércoles fue rescatado Villegas pero Artavia se quedó sola con el sospechoso hasta el final.

"Cuando se entregó me dio los 10.000 dólares (que le había dado la policía a cambio de Ramírez) y me dijo: •Guárdelos bien, se deja la mitad y la otra mitad se la da a mi hijo'". Como sucede en muchos casos de secuestro, tanto Artavia como Villegas expresaron simpatía por el asaltante pues sintieron que él los dejó vivir. (AP y Reuters)
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