| sábado, 12 de marzo de 2005 | Noche de milonga. La orquesta actúa hoy en el teatro del Parque de España Leopoldo Federico: "Con todas las orquestas con las que toqué me agarré un metejón bárbaro" El bandoneonista aseguró que el tango debe cambiar gradualmente para poder continuar evolucionando U. G. Mauro / La Capital "Prefiero que en la nota no hable de mí. Mejor destaque la labor de la Asociación Argentina de Intérpretes (Aadi), que es donde hacemos algo muy importante para los más de 9.000 intérpretes de la música nacional que tenemos afiliados", pidió con desconcertante humildad el bandoneonista Leopoldo Federico, quien al frente de su orquesta de 10 músicos se presentará esta noche, a partir de las 21.30, en el teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España, Sarmiento y el río Paraná.
En diálogo con La Capital, el músico recordó que su primer gran maestro en el bandoneón fue el rosarino Félix Lipesker y afectuosamente recordó anécdotas compartidas con el fallecido maestro -rosarino por opción- Domingo Federico. "No teníamos absolutamente ningún parentesco, pero con el que bromeábamos permanentemente diciendo que éramos primos muy lejanos -dijo-. Recuerdo charlas en las que nos poníamos a revisar nombres de parientes pero nunca apareció ninguno en común.
-¿Cómo será el show de esta noche?
-Usted sabe que no estoy muy seguro -habrá que preguntarle a algún memorioso-, pero creo que esta es la primera vez que voy a Rosario con la orquesta. Si fui antes, debe haber sido acompañando a (Julio) Sosa hace como 40 años, pero no me animo a asegurarlo porque en el tango nunca falta uno de esos que te salen con que "no, usted estuvo acá en el año tal, con y tal y tal y a tal hora". Llevo cuatro violines, chelo, bajo, tres bandoneones, piano y a Carlos Galli en canto. Lo que vamos a interpretar son temas que creo que los voy a tener que seguir tocando mientras viva, como "Adiós Nonino", "Por la vuelta", "La Beba", los míos "Cabulero" y "Retrato de Julio Ahumada", "La cumparsita"...
-Considerando su paso por tantas orquestas importantes, ¿cuál cree que fue la que más influyó en su estilo?
-Yo no me animo a decir que fue tal o cual maestro; me parece que los que tocan como yo, suenan más troileanos y, en mi caso, sin dejar de lado cosas que que tienen que ver con el estilo de Di Sarli, Salgán y Piazzolla. Yo no digo que mi orquesta suene como una mezcla de todo eso, pero tuve la dicha de nutrirme de todos.
-¿Cómo se sostiene una orquesta cuando las grandes formaciones están dispersas y sólo se ven, a lo sumo, quintetos?
-Tengo esta posibilidad de poder hacer estas presentaciones de tanto en tanto porque tengo atrás mío grandes amigos que son los músicos de la orquesta y que me empujan para que no baje los brazos. Cada uno de los músicos hacen sus cosas por ahí, pero aman a la orquesta y son amigos que organizan todo. Nadie lo hace por amor al arte, pero muchos abandonan o reacomodan compromisos propios. Pero en realidad es algo imposible. Además, yo si no voy con la orquesta tal cual es ni me muevo de casa. Cuando algún músico no puede viajar viene a reemplazarlo otro que ya haya estado con nosotros.
-¿A qué se refería cuando dijo que ya no se respetan ciertos códigos del tango?
-Ocurre que hoy, cuando el tango está tan de moda, hay una industria de la que viven un montón de personas. Están los boliches de la noche de Buenos Aires, que hacen tres, cuatro o cinco shows en el día, por la cantidad de turistas extranjeros que hay y para aprovechar esta volada que por suerte parece que no se termina. Está el que vende remeras, zapatos y funyis, pero son los músicos de tango los que se llevan menos plata porque los dueños de los locales se aprovechan.
-¿El tango se está mordiendo la cola? ¿Usted percibe nuevas creaciones musicales y poéticas o el género está condenado a sólo poder refrescar lo ya hecho?
-La gente nueva está como en un momento de transición. Los grupos que se forman, al tiempo se separan; por ahí no pueden asumir compromisos porque tal o cual músico no puede asistir ni a los ensayos. En cuanto a lo poético, lanzarse a describir el Buenos Aires de hoy es mucho más difícil. Es como que antes había más motivaciones. Salvo los temas universales, no se puede hacer mucho más.
-¿Y cuál es, a su entender, la salida?
-Posiblemente haya que olvidar un poco el pasado, mirar el presente y el futuro y quizás haya que comenzar a pensar en cambios en lo musical que no sean abruptos, sin saltar de lo melódico a lo hecho con criterio armónico y con arreglos complicados. Hay tangos que no se pueden ni tararear porque no parece una melodía sino un montón de figuraciones rítmicas raras.
-¿No cree que esto responde a una influencia demasiado fuerte de Piazzolla?
-Creo que sí, y también hay como un retorno al estilo de (Osvaldo) Pugliese, pero copiando los arreglos, cosa a la que no le veo el mérito. Creo que con el tiempo se van a ir dando cuenta y van a salir a la búsqueda de una personalidad, que es lo que le está faltando a todo esto.
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