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 domingo, 19 de diciembre de 2004  
El cronopio que faltaba
Una historia perdida de Cortázar
"Cortázar, profesor universitario", un libro de Jaime Correas, reconstruye con documentación inédita una etapa desconocida en la vida del autor de "Rayuela"

Jaime Correas

Este libro nació de una serie de casualidades y señales. Igual que otros jóvenes, leí con entusiasmo los libros de Julio Cortázar a fines de los años 70 y principios de los 80. Ya en la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Cuyo, se me cruzó un dato increíble: el autor de esos textos inquietantes había dado clases allí. Incluso, algunos de mis profesores habían sido sus alumnos. Imaginé entonces que debían de quedar huellas. Algunas las encontré buscándolas y otras se presentaron inesperadamente. En 1984, cuando murió el escritor, unos amigos periodistas del desaparecido diario Mendoza, conocedores de mis lecturas, me pidieron que escribiera un artículo. Ese fue mi primer trabajo de estos veinte años de periodismo.

Así, en el tiempo, Cortázar se me fue apareciendo una y otra vez en circunstancias vitales. ¿Sería posible llegar hasta el momento de su estadía mendocina y encontrar a Cortázar? Tal vez debía seguir a Horacio Oliveira en Rayuela (¿encontraría a la Maga?): formularme, a modo de talismán, esa primera pregunta. La investigación para intentarlo estuvo siempre alentada por el espíritu del coleccionista y no por el afán del estudioso.

Mientras iban surgiendo los datos, los testimonios, las cartas, las fotos, los documentos, sólo pensaba en juntar piezas de un rompecabezas sin ningún objetivo, sólo para mí. Las carpetas se fueron engrosando, sin orden. Pero el tesoro mayor llegó con el hallazgo de las cartas de Cortázar a Sergio Sergi y a su mujer, Gladys Adams, que guardaban sus hijos Fernando y Sergio Hocevar, separadamente. Por ello, la primera tarea de reconstrucción fue juntarlas. Tiempo después, y en contacto con Aurora Bernárdez, esas cartas volaron hacia París para sumarse a los tomos de la correspondencia publicada en 2002. Era un modo de hacer justicia con Sergio Hocevar (Sergi era un seudónimo) y darle su lugar en la biografía cortazariana.

Pero el contacto con esas cartas no llegó solo. Fernando Hocevar tenía en su poder, además de las maravillosas fotos del viaje de Cortázar en 1973, el manuscrito de un libro inédito, "La otra orilla", de cuya existencia sólo se supo en 1994 cuando la editorial Alfaguara publicó "Cuentos completos/1". Gladys Adams había sido la tipeadora de ese volumen, en el que se incluía la primera versión de "Casa tomada", y ella había conservado una copia. Posiblemente la única, además de la que Aurora Bernárdez tenía en Francia con los papeles del escritor.

Otras búsquedas mostraron también fragmentos de aquella existencia entre 1944 y 1945: los diarios de la época, los testimonios personales de sus alumnos y de otras personas que lo conocieron, los archivos de la Universidad. Precisamente, en el archivo del Rectorado está su legajo personal, donde se puede leer su letra inconfundible y ver su foto; pero lo más valioso no está ahí sino en el polvoriento depósito clausurado de la azotea de la Facultad de Filosofía y Letras, donde me encontré con legajos que atestiguan sus actividades y con los programas dictados por aquel joven profesor, además de la bibliografía que aconsejaba.

Llegué a ese lugar por azar, en el curso de una investigación sobre españoles exiliados en la Argentina durante la Guerra Civil. Con ese material, en 1996 escribí una fallida novela puesta por piadosos editores en el estante definitivo de los inéditos, de la cual rescaté sólo el final, dándole la forma de un cuento que ganó un vago concurso. En 1995 apareció "Diario de Andrés Fava", en el que Mendoza y los amigos de Cortázar están presentes. Para quien estaba investigando sobre el tema, había una frase inquietante: Si frecuentara escritores, anotaría toda ocurrencia que me pareciera significativa no el mero juego de ingenio, y haría obra de bien para los pobres biógrafos de 1995. El título de aquel cuento premiado que yo había escrito es "Pobres biógrafos". Me quedó desde entonces la sensación de que esos indicios que había ido recogiendo tenían un sentido. Había en ellos una historia, un hombre que dejaba las marcas de sus pasos para que alguien las siguiera. Este libro es el relato del año y medio que transcurrió Julio Cortázar en Mendoza (desde julio de 1944 hasta diciembre de 1945) y de su regreso en 1973.

Curiosamente, los trabajos biográficos no profundizan esa etapa mendocina, aceptando y repitiendo datos no comprobados, y desconocen la vuelta en 1973. De hecho, en esos dos polos hay dos Cortázar distintos: uno lampiño y otro barbado, uno joven y otro ya maduro, uno sin definición política y otro socialista confeso. Como en toda biografía de un ser extraordinario había que preguntarse: ¿cuál Cortázar es aquél?, ¿de cuál estamos hablando cuando nos acercamos a ese momento de su vida? La historia tiende a aplanar el pasado, a fijarlo como un friso, sin volumen, en el que los hechos ocurridos en tiempos sucesivos se superponen. Desde el presente, con prejuicios y certezas, suele reconstruirse lo que fue sobre un plano que comprime sucesos y personajes.

Una tarea central, entonces, fue volver atrás intentando hacerlo con la mirada de ese tiempo y buscar la precisión de los datos, las fechas, los personajes, las circunstancias. Y, además, tratar de sopesarlos con el valor que les atribuía la época. En el último impulso de esta investigación, ya con el libro en marcha, surgieron sorpresas adicionales: la correspondencia con Lida Aronne de Amestoy, su crítica y amiga mendocina. Con ella me había escrito en 1990 para conocer los detalles de su encuentro en 1973. En ese entonces ella no había mencionado aquellas cartas que, tras su muerte, conservó su madre.

También, y como suele suceder en estas pesquisas, un dato que tenía ante mis ojos desde 1994 se reveló sólo diez años después: como me dijo hace poco Fernando Hocevar, hijo de Sergi, el grabado "Casa vieja" de su padre pudo haber sido la fuente inspiradora de "Casa tomada", o al menos de la pesadilla que, según Cortázar, dio origen al relato.

Julio Cortázar es una de las figuras centrales de la literatura en lengua española del siglo XX. Además de su obra literaria, fue una personalidad sumergida en las luchas políticas e ideológicas del continente americano. Estas páginas lo muestran en un momento de formación, cuando no era todavía quien fue; sin embargo, se podrán rastrear aquí esas actitudes plenas de dignidad e integridad que identificaron sus conductas posteriores.
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Cortázar al regresar a Mendoza,en 1973.

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