| sábado, 27 de noviembre de 2004 | La violencia contra la mujer Se trata de un flagelo que, por producirse la mayoría de las veces en ámbitos vinculados con la intimidad, suele pasar inadvertido. Pero las estadísticas mundiales revelan que las mujeres son víctimas usuales de una de las formas más crueles de la violencia, la que ejercen contra ellas sus padres, maridos, novios y hasta hijos. Es decir, una agresión que se vincula con lo más primario: el género.
Anteayer se celebró el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en homenaje a tres hermanas activistas políticas de la República Dominicana que fueron ejecutadas el 25 de noviembre de 1961 por orden del dictador Rafael Trujillo. En consonancia con la fecha, la directora ejecutiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Thoraya Ahmed Obaid, reafirmó la trascendental importancia de la problemática en el mundo contemporáneo y propuso un "enfoque cuádruple" para enfrentar el drama. "Fortalecer las leyes y las políticas en consonancia con los acuerdos internacionales, eliminar la impunidad, reconocer las necesidades de las víctimas y atenderlas, y propiciar la movilización social y la transformación cultural" fueron los vértices del cuadrado que trazó la funcionaria de la ONU.
Sin dudas, la eliminación de todas las discriminaciones se erige como uno de los deberes éticos fundamentales de la civilización occidental. Y es en lo más íntimo de su seno, justamente, que se suscita una de las más siniestras modalidades discriminatorias. Las cifras resultan alarmantes: en España, la violencia de género ha provocado durante el transcurso del presente año 59 víctimas fatales; en Brasil, una encuesta reveló que dos millones de mujeres son víctimas todos los años de actos de violencia doméstica; en Bolivia se informó que el 70% de las mujeres asesinadas en 2003 murió a manos de sus parejas; en Guatemala ya fueron ultimadas este año 445 mujeres; en Nicaragua, más de ocho mil mujeres -incluyendo niñas y adolescentes- han sufrido agresiones en 2004.
A pesar de que los avances registrados durante el siglo veinte han sido notorios en cuanto a la emancipación femenina se refiere, aún resta recorrer un largo camino. Y corresponde empezar por el principio: el control de la violencia de género es un impostergable deber del Estado, pero también de cada ciudadano que sea consciente de sus responsabilidades. enviar nota por e-mail | | |